Archive for May, 2014

Espíritu compañero

Mi mágico León: balsa en la Cabrera. León. Turismo rural. Naturaleza solitaria.

Secretos del alma

Dejar fluir el agua, río abajo, como ha pasado desde siempre, y con el mismo discurrir, evitar atragantar el dolor, diluirlo en la paz del sueño y dejar el alma volar…

En algún lugar, alejado del tiempo y el olvido, resguardado en el corazón de los buenos momentos, está el espíritu de aquellos seres que anidan en el alma para no marchar jamás, como el murmullo de las gotas unidas, convertidas en balsa, riachuelo, lago… que siempre escucha a hurtadillas los pensamientos de quienes merodean por sus alrededores, sincerándose con el aroma eterno del agua fresca, rumiando arreglos que hacer, soñando con bonanzas por venir, añorando aquellos amores que ya no se pueden abrazar con el cuerpo…

En algún rincón remoto de la escondida Cabrera, al suroeste de la provincia mágica con nombre de felino, las casas de piedra, pizarra y madera añeja, callan gritando recuerdos, y los árboles crecen salvajes en las profundidades de la naturaleza indómita de los tiempos; las lenguas se trenzan entre fonemas de idiomas vecinos, y los vocablos se tornan autóctonos, como el tono, como el acento, como la sombra verde de esa ribera, que luce feliz, ante la pequeñez alegre y traviesa de ese momento que ha quedado tatuado en el alma, para siempre.

Y en lo recóndito de sus paisajes, en lo profundo de la Cabrera, se hallan pequeñas cascadas salpicando el mundo de magia, y lagos azucarados con los colores de los sueños, rumores celtas e íberos, romanos… lejanos en el tiempo, más allá de lo que ha quedado escrito en las piedras y nuestro lenguaje… y así, como el aire que no se ve pero revuelve el pelo recién peinado, así queda el amor cuando el cuerpo ya no está: queda en los recuerdos, en los sueños y en las lágrimas que escapan a veces, cuando el cuerpo se revela contra esa ausencia obligada; queda en el aliento vibrante de la vida que está en ti, que está en mi; en los momentos compartidos, en lo más íntimo y personal, allí queda… como los sueños, como los paisajes, como los aromas y bisbiseos de una naturaleza que habla de paz.

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Intenso

Mi mágico León:  tarde de sábado a principios de mayo en Villacidayo. Ribera del Esla. León.

Intensidad

A veces pienso, recuerdo y siento, y aparece el sonido del agua al discurrir río abajo, las tardes de verano paseando entre risas y confesiones, y el sabor de los buenos ratos.

La primavera pinta de colores el mundo con la intensidad de las sensaciones: las flores resplandecen llenas de luz y color, los árboles llenan el mundo de verde, el cielo queda salpicado de blanco por las nubes que revolotean en la inmensidad de su azul suave, y los pájaros cantan, recargando de alegría el alma cansada de tanto luchar…

Me gusta, me gusta caminar sumergida en las profundidades de la música, de los sonidos del campo y sus fragancias, y notar que hay cosas que no pasan, momentos que saben a gloria, corazones que siguen latiendo más allá de la misma vida, y sensaciones eternas que siguen siendo tan intensas como antaño.

Redescubrir esa pequeña iglesia desde dentro, con sus años y sus achaques, pero tan sencilla como bella, como el sentimiento, aunque sean pocas las almas que la visiten, ¿acaso importa?

Caminar… caminar por los caminos, divisar el pueblo desde la distancia y a la cigüeña posarse en la tierra de una parcela, y compartir algo más, un poco más, aunque parezca que ya está todo compartido.

La intensidad de los momentos queda grabada más allá del tiempo, y con la mente y el corazón en otro lugar, los minutos convirtieron lo que estaba por venir en presente y luego en pasado, y el camino siguió dibujándose pintado de tierra… hasta el río… donde las truchas saltan y los patos alzan el vuelo desde el agua.

Silencio, silencio y palabras revueltas en un marco de calma y quietud… y ya no importa, si estuviste y ya no estás… no importa.

Importa el Esla y la bella tranquilidad que adormece los dolores del alma; importa el cariño, la paciencia y la perseverancia; importa Villacidayo y sus tardes de primavera, cuando los colores brillan llenos de intensidad, y el valor no teme nada.

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Dos orillas

Mi mágico León: puente romano y medieval entre Villalfeide y Serrilla. Montaña central leonesa. León.

Uniendo orillas

Allá arriba, entre montañas que se alzan imponentes a lado y lado de la carretera, junto a leyendas de brujas que habitan hayedos, hoces que recorre el agua agreste y feliz sobre las piedras; y un cielo limpio, tan limpio, que con solo mirarlo, se llenan los pulmones de juventud eterna,… los cuentos cobran vida, las excursiones más sentido y la libertad un toque de picardía traviesa entre tanto risco, tanta luz y tanta sombra, bajo la luminosidad brillante del astro rey.

En algún lugar de la montaña central, entre Serrilla y Villalfeide, hay un puente, antiguo, muy antiguo, que une las dos orillas de un mismo río, un río brillante, lleno de ilusiones, recuerdos y esperanzas, un río mágico, porque acercarse a él significa quedar hechizado por la tranquilidad de su canto continúo, por la nana de su música acuática, que borra las angustias y ansiedades, los problemas y los miedos.

Caminando por la vida, un día el camino te sorprende y aparece ante ti una manera diferente de cruzar a la otra orilla, un camino ya olvidado en la rápida modernidad del presente, del futuro; olvidado de las masas y su afanada prisa por llegar antes… ¿y luego qué?

Disfrutar de las sendas de la amistad, y el alma silenciosa que escucha a la naturaleza sin palabras hablar, paso a paso hacer camino y contemplar al viejo puente construido sobre la calzada romana, alzado en el Medievo, usado desde siempre, por siempre, ¿por qué no?

La paz sigue reinando en el paisaje del que forman parte las dos orillas unidas por el mismo puente, que es de Serrilla y Villalfeide, que es patrimonio del mundo, que es de las almas buenas que siguen disfrutando del sonido de la vida en el que, lo importante, siempre es lo importante.

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