Archive for Montaña Occidental Leonesa

El bisbiseo de una mirada

Mi mágico León: vacas al aire libre en Otero de las Dueñas, León. Turismo rural.

Sin palabras

Una madre y su pequeña, y el mundo a los pies de sus inmensos ojos oscuros, donde el amor y la paciencia se funden en el infinito de su corazón ardiente…

Amores y paisajes, lugares lejanos que se acercan a este lado del océano, con el Teleno como estandarte y el castillo de Ponferrada en la mente, con paisajes de ensueño por los que pasear, con los Picos de Europa de fondo, y el Valle de Valdeón como escenario.

Y se me ocurre pensar que las marcas y las modas tampoco importan demasiado, porque lo que verdaderamente importa siempre permanece, siempre queda, y eso no tiene precio.

Pasear, comer y disfrutar, de la vida, de la gastronomía, del aire puro y la brisa suave… ¡qué rico! Cerrar los ojos y escuchar el bisbiseo del viento peinando la hierba de los pastos, en la montaña, en la ribera, quizá a la vera del río de la Plata, junto al Atlántico y su Rivera, o probablemente a la vera del Esla, donde los chopos se alzan majestuosos, donde el agua es cristalina y las truchas crecen grandes y fuertes, como el mismo río, como el mismo paisaje, como la misma vida…

Y allí siguen la madre y su retoño, y no lejos anda él, tan bueno, tan amable, tan despistado a veces, como entregado otras… y la felicidad flota en el ambiente.

Porque la unión hace la fuerza, una sonrisa es la mejor patria y el silencio de una mirada el mejor idioma, imagina, lucha, juega y ríe, no olvides que para el mal de hoy, siempre hay un bien mañana, para la ciudad y el estrés, el campo y sus pueblos, y para la montaña occidental, muy cerca del río Luna, Otero de las Dueñas, sus rincones y sensaciones.

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En lo remoto

Mi mágico León: Montes de Villar de Santiago, en Laciana, al noroeste de la provincia de León. León. Turismo rural. Belleza espectacular. Naturaleza.

Un lugar paradisíaco

Me encantan los lugares perdidos, aquellos que encuentras por casualidad un día cualquiera, porque todos los días son buenos para encontrar maravillas perdidas.

Me encanta salir a recorrer mundo sin la expectativa clara y concisa de lo que voy a ver. Algo bonito, seguro, muchas cosas bonitas, pero, ¿qué exactamente? Prefiero que la vida me sorprenda.

Hacer del mundo mi morada, recordar que soy uno más de esos seres maravillosos que pueblan la faz de la tierra y caminar sobre ella, y así descubrir rincones perdidos en el mapa, tan sólo señalados por un nombre que sólo provoca misterio, misterio…

Un pedacito de tierra con altos y bajos que nos da por llamar montañas, y valles, y en ellos, la mejor decoración posible, llena de sensaciones y colores que se mueven y caminan, que están vivos.

Como un tesoro escondido entre aventuras caribeñas, así es Villar de Santiago, escondido al noroeste del bello León, en la hermosa Laciana, rodeado de olvido y senderos invisibles, por los que caminan aquellos que buscan en lo remoto para encontrar lo más sublime, lo más sencillo, lo más hermoso.

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A orillas del Sil

Mi mágico León: en Babia está Cacabillo, en la ribera del río Sil. León.

Cacabillo, un habitante de Babia

¡La montaña es tan hermosa! tanto que a muchos nos gustaría poder desaparecer en ella al menos una vez cada cierto tiempo, y recorrer sus laderas, y observar los valles desde las alturas, con los pueblos pequeños salpicando suavemente la orografía del lugar.

La montaña es tan silenciosa y tranquila que vivir en ella hace que la propia vida absorba su serenidad y se pierdan las prisas y las angustias, y somos tantos los que desearíamos visitarla más a menudo…

La montaña es reina, y bajo su reinado el ser humano descubre el duro brazo del invierno que acompaña gran parte de sus días, y la risueña primavera que llena de calor y color sus praderas y recovecos.

La montaña es atrayente y, cuando de Babia se trata, también hipnótica y seductora…

Apenas un kilómetro separa un desvío del puente de piedra que recuerda el antiguo cenobio cisterciense que las monjas abandonaron siglos atrás a causa del frío, y un poco más allá aparece Cacabillo, Quejo y La Cueta, tres barrios formando parte de un único pueblo, tres pueblos que decidieron distanciar sus casas para aprovechar más y mejor las fértiles tierras que los rodean.

En la montaña hay valles y a veces, en los valles ríos, y en aquel valle de muros de piedra y tejados azules, el río Sil discurre, limpio y fresco, como siempre lo ha hecho; y lo hace sin preocupación mientras algún paseante se acerca desde el pueblo a contemplar su fértil vega y su rápido caudal.

Es primavera, es verano, y el verde y los colores de las flores salpican los valles…

Es otoño, llega el invierno, y la gruesa capa de nieve cubre con su fría pureza el colorido singular de otros tiempos.

En la montaña hay valles, en los valles ríos…

En Babia hay montañas, hay valles, hay ríos, monasterios e iglesias, en Babia está Cacabillo, Quejo, La Cueta… y en Cacabillo una ermita, y siguiendo un sendero discreto y sencillo, una laguna: la laguna grande.

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Una torre en el camino

Mi mágico León: en Cuatro Valles, Babia; y en Babia, Torrebarrio. Al norte de la provincia de León. León. Turismo.

Un barrio a los pies de la torre

  

A más de mil metros de altura, tranquilo a los pies de la reina de Babia, hay un pueblo con historia, con esa historia llena de intrigas, batallas, invasiones, leyendas,… historia llena de astures, romanos, cristianos y árabes…  

Sobre la misma calzada romana que se construyera muchos siglos atrás, en tiempos de Edad Media, se levanta una torre vigía militar y, en torno a ella, crece un barrio que busca su protección…  

Allá donde ahora se alza una bella iglesia de piedra coronando la colina, hubo siglos atrás un castillo amurallado, y es que corrían tiempos de Reconquista cuando las guerras acontecían sin cesar y la muerte formaba parte de una vida dura, fría y peligrosa, en la que sobrevivir era una hazaña en sí mismo…  

Remontando el tiempo siglos atrás, cuando las huestes musulmanas arrasaban la Península invadiendo territorios que jamás habían sido suyos, hubo una y mil batallas; y aconteció que, tras una derrota en contra, atacaron los islámicos con espíritu renovado, dejando tras de sí una estela de muerte y desolación cuando la caballería mora pasa a cuchillo a la población y continúa persiguiendo a los astures hasta darles alcance más al norte… las mujeres fueron llevadas como esclavas a Córdoba y vendidas como esclavas…  

Cientos de años después, lejos ya de las batallas de antaño, se descubre este rincón como pequeña patria de nobles de heredad, sin gentes de estado llano, nada de siervos y señores feudales, tan sólo dos señores: Dios y el Rey.  

En el corazón de Babia, en la falda de aquella dama enamorada, está Torrebarrio, que, hermoso como siempre, sigue viendo la historia pasar, anotando nuevas aventuras que relatar algún dia…

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Escondido en la montaña

Mi mágico León: En Cuatro Valles, en Babia, está Torrestío, en la provincia de León, muy cerca de los Lagos de Saliencia, en Asturias.

Un paraíso de tranquilidad

Tranquilidad, ¿cómo definir la tranquilidad?    

Hay muchas maneras de sentirse tranquilo, muchos sitios en los que la mente se aleja de las inquietudes que la llenan de angustia y desasosiego y se inunda de paz y meditación, una meditación serena y placentera.    

Hay muchos lugares en los que sentir el rumor del agua escabullirse en el lecho del río y el arroyo que pasan cerca, muchos lugares en los que escuchar a los pájaros cantar y al viento soplar como si tú no estuvieras ahí…    

Hay muchos rincones que las estaciones pintan de colores y adornan con mil tonalidades que cambian segundo a segundo, y que nunca te cansas de redescubrir al volver a contemplarlas y percatarte de que ya no son iguales que un instante antes… ¿han cambiado? ¿o tal vez cambiaste tú?    

Cada lugar tiene su magia, cada rincón su encanto, cada sensación su propio hechizo que te llena de sentimientos tan propios, que sabes que son patrimonio tuyo, y  por suerte, que nunca nadie te podrá arrebatar.    

A veces, la historia y la magia se confunden y nace la leyenda, leyenda como la de los enamorados que hace muy poco conocí, y que algún día contarán sin saber muy bien si era cierta o no (y yo sé que sí lo es), historia como la de la calzada romana que en la Edad Media pasó a llamarse Camino Real a Asturias.    

Tranquilidad, belleza, serenidad, historia, leyenda… y un faro convertido en reina que gobierna pacífica en el paraíso de los reyes de León.    

Un sueño, una realidad, una frontera sin límite plagada de vida, hórreos y animales y un solo pueblo: Torrestío.

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El río, las montañas, las piedras y la escritura

Mi mágico León: Geras de Gordón, en el Valle del río Casares, en Cuatro Valles, cerca de Babia, al norte de la provincia de León.

El lenguaje de las piedras

Las montañas, los ríos, el aire limpio, la naturaleza, los sabores de lo bueno… ya casi me había olvidado de las disciplinas que encontramos en los libros cuando descubrí algo interesante…    

En un pueblo rodeado de montañas, con casas con corredor que asoman sobre el río, hay un puente bajo el que discurre, lleno de frescura, vigor y truchas, el Casares.    

En un pueblo de Gordón, enclavado en un valle lleno de verdor y de flores, de muchas flores en primavera, hay una iglesia, y una cruz, o muchas cruces, hasta diez cruces de madera hubo antaño en los cerros cercanos para protegerlo de las tormentas; pero sigue habiendo una, una cruz de hierro que recuerda la tradición sin moverse de su sitio.    

A sólo un paso del camino que lleva a Babia, está Geras de Gordón, y como en la vida, los pequeños detalles descubren las huellas de la historia escritas en piedra, que de una u otra manera, dejan un testimonio que el tiempo no puede borrar.    

En las crestas que rodean su territorio hay sendas que bien pudieran ser romanas, y hasta parece que en la Edad Media hubo gente en aquel sitio…    

Si las montañas hablaran, ¿qué dirían? ¿y si lo hicieran las piedras? a veces las piedras también hablan…    

Piedras en forma de puente y en forma de casa, en forma de ermita y en forma de iglesia: unas dirán que antes la vida era otra; otras que en realidad cambia la forma, pero no cambia el fondo, que la vida y la muerte siguen siendo lo mismo, y el amor y el rencor también, que no cambia la gente, cambian las cosas y, a veces, las costumbres, pero el hombre sigue siendo hombre y sigue anhelando descubrir, crecer, saber, encontrar…    

En aquel lugar tranquilo en el que tomarse un mosto o una cerveza junto al río, es algo tan natural como ver el agua correr hacia el Bernesga, algunas piedras hablan, pero tienes que buscarlas, y encontrarlas… y cuando des con ellas te contarán que hace ya muchos siglos la gente lloraba a quienes dejaban este mundo, y grababan su nombre en la piedra, como hacemos hoy. 

En Geras las piedras hablan y te muestran que la fe que mueve montañas, también se refleja en ellas, y da lugar a pequeños grandes templos llenos de un algo sencillo, algo que te acerca al Creador mucho más que las más esbeltas catedrales de las más grandes ciudades.

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De sol y de nieve

Al norte de la provincia de León, en la comarca de Babia, está el pantano de Luna, y junto a él, el pueblo de Abelgas de Luna. En León.

En la luna terrestre

La luna… ¡qué magica es la luna! con ese poder hipnótico que te hace contemplarla y sentir ese algo místico y misterioso, la luna…

Una luna que a veces se ve de día, aunque suele ser la reina de las noches ceslestiales, y, a veces, la luna, se escurre en la distancia que la separa de la Tierra y se cuela en alguna región, dando apellido a muchos.

En un valle, aislada en un mundo rodeado de montañas, está la vida de un pueblo con apellido lunar, aunque tenga más de sol y de nieve, y se diferencie de sus vecinos con su propia historia particular.

Una carretera de asfalto maltrecho rodeando un mar que la naturaleza no inventó,  un desvío, y en él, la señal certera de que al final de su senda hay alguien esperando.

En un valle rodeado de montañas y nieve cuando el verano se aleja, está aquel pueblo con río propio, el mismo río que le bautizó, dándole un nombre, el suyo: Abelgas.

En un valle del norte de León, donde estar en la Luna a un paso de Babia, teniendo los pies sobre la tierra es muy fácil, está Abelgas, y en él, olvidarse de la ciudad, de las prisas y las obligaciones, se convierte casi en obligación, admirando el tamaño hermoso de unas montañas que lo han protegido del abuso y la desidia de quienes deciden inundar valles llenos de historia, vida y amor.

Cuando de descubrir tranquilidad y belleza se trata, viajar por los rincones de la geografía se convierte en todo un placer.

Cuando de soñar con los ojos abiertos se trata, sumergirse en las profundidades de una provincia llena de magia y tradición, es toda una aventura.

Y cuando de entender mucha de la historia española se trata, encontrar el lugar del que partieron hombres hacia América y Filipinas, extendiendo el nombre del pueblo más allá de las fronteras peninsulares, es todo un acontecimiento.

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Entre montañas, hórreos y vacas

En el norte de la provincia de León, muy cerca de la frontera con Asturias, está Torrebarrio, y en él, la naturaleza se relaja regalando belleza sin fin. Babia. León.

Doña vaca disfrutando de un paseo

  

¿Alguna vez te has preguntado qué pensarán los animales? Me encantaría saberlo…    

Ellos viven en su mundo, ajenos a las ambiciones humanas, a la riqueza y el poder, viven una vida tranquila, sin prisas ni preocupaciones antes de tiempo, y pienso… que quizá debiéramos aprender.    

Ya sé que suena extraño pero… ¿y si las montañas hablaran? ¿qué dirían? no estoy segura, pero probablemente contemplarían nuestras idas y venidas y sentenciarían que estamos todos un poco locos, que en lugar de encerrarnos en la tristeza cuando las cosas no son como quisiéramos, deberíamos salir a pasear, hacer un hueco en nuestra vida para nosotros mismos y respirar aire puro, el mismo aire que respiran los animales allá donde ellas construyen el paisaje.    

Montañas, animales, y hórreos:  yo conozco un lugar plagado de esos tres elementos.    

En el norte de la provincia de León hay un mucho de todo, de montañas, de animales, de hórreos y de tranquilidad… de paz…    

Estoy pensando en todo esto que te cuento y sonrío… ¿cómo no? y es que no entiendo mucho cómo a veces no descubrimos que la mejor medicina para un alma cansada es contemplar la Creación, el mundo tangible que habla sin palabras de aquello que no es tangible y que la mayoría intuímos sin tener muy claro qué forma, color o nombre otorgarle.    

Cuando la modernidad, la costumbre y la naturaleza se relacionan, aparecen cosas muy curiosas. Curiosas como un hórreo bajo el que se resguarda un coche, como un avión volando junto a las montañas o como una vaca caminando por el asfalto, ajena al coche que va tras de ella, y en el que voy yo.    

Cuida mucho de este mundo para que, cuando lleguen los que amarás con todo tu ser, puedan disfrutar de las mismas maravillas que disfrutas tú.

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La frontera sin límite

Al norte de la provincia de León: Babia, y en ella: Torrestío. Algo más al norte, los lagos de Saliencia, en territorio de Asturias.

Las fronteras sin límite de la primavera

Cuando la primavera se afianzaba y los rebecos caminaban entre el verdor de los montes, hice un viaje a la Badabia real, ¿o tal vez era la Badabia mítica? no lo sé…

Allá donde las fronteras se funden entre el pasado y el presente, allá donde los límites los marca un cartel ajeno a una realidad que se impone sobre papeles firmados en algún despacho de un lugar extraño, está la historia de mil amores e invasiones, de mil caminos y excursiones…

Cuando la primavera se afianzaba y la nieve era ya sólo un recuerdo en forma de rescoldo de lo que el largo y duro invierno había dejado a su paso… llegué a Torrestío, y desde allí, caminé montaña arriba, y vi vacas y caballos, ¡y estaban tan tranquilos! y vi mastines ¡y qué mastines! grandes, muy grandes, y quedé sorprendida…

Cuando la primavera se afianzaba, caminé y descubrí, canté y conversé, y salieron a mi encuentro flores de mil colores y formas, insectos de diferentes tamaños, y hasta el agua quiso decirme  -«¡Hola!, ¡Bienvenida! Te estábamos esperando…»-, en cada uno de los arroyos y ríos que se cruzaron en mi camino, y… ¿sabes qué? Me sorprendí.

Cometí una de esas locuras que te mantiene joven por siempre, y con ropa de deporte y una mochila, jugué a ser niña, y descubrí que aún soy ágil, y puedo caminar sobre las piedras, y… ¿sabes qué? hasta truchas vi, ranas y sapos encontré, y hasta un pequeño rebeco, muy pequeño, me regaló una brizna de alegría con su presencia inocente y feliz, y junto a él, una madre cautelosa y paciente, acompañando los primeros pasos de su retoño.

Cuando la primavera se afianzaba y el verano ya se intuía, entendí porqué los reyes de León se olvidaban del mundo y sus males en aquel rincón del planeta, y no sé si pensé o sólo sentí que aquel maravilloso lugar ya formaba parte de mi historia, ya formaba parte de mí.

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Los enamorados

Mi mágico León: Peña Ubiña en primavera, en Babia, provincia de León. Muy cerca de Asturias.

La dama reina de Babia

Hace muy poco, conocí la historia de dos enamorados…

Dos enamorados, enamorados como otros tantos, de esos que se miran a los ojos y sonríen sin pronunciar palabra alguna.

Hace muy poco soñé con los ojos abiertos, y mientras soñaba pensaba que todo está bien y que las estaciones cambian el paisaje sin cambiarlo, porque cada nueva primavera renace la esperanza en forma de plantas que alimentan el aire, alimentan a los animales, alimentan al ser humano…

Hace muy poco, conocí la historia de un amor:

Había una vez  una dama discreta y sencilla, una dama convertida en reina sin haberlo pedido, una dama hermosa y altiva, elegante y fría,… y en el silencio de su frialdad aparentemente indiferente, latía una pasión intensa… Intensa como el sol de aquella tarde en la que soñé despierta.

Había una vez una dama y había un caballero.

Un caballero a la antigua usanza, de aquellos de malla metálica y corazón de oro, de aquellos que envainan espadas para luchar contra dragones, aunque algunos digan que no existen…

Había una vez un caballero y había una dama, y ambos, desde su distanciada cercanía, no hacían más que mirarse y sonreirse, amarse, sin pronunciar palabra alguna…

Había una vez una dama y había un caballero, y eran ¡tan felices! que al mirarles tan sólo podía sentir ese anhelo que inunda los corazones de quienes esperan su turno para encontrar el paraíso.

Hace muy poco conocí al caballero de las cruzadas astures y a la reina de las leyendas milenarias, y al contemplar la magia de aquel amor, supe que, por más que pasaran años, Peña Ubiña siempre le sería fiel, y por más que pasaran años, él siempre la amaría.

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