Archive for marzo, 2015

Primavera primaveral

Mi mágico León: llega la primavera a la provincia leonesa.

Prefiero recorrerte

Nieves, montañas y ríos, despertando a un calor que ya empieza a asomar en el amanecer de los días, cuando los sueños se desperezan y la alegría revolotea en los corazones.

Besos, caricias y miradas, y los recuerdos se agolpan en la mente, se agrupan en el corazón y salen despedidos por las comisuras de estos ojos que tanto conoces, ¿verdad?

Hoy me ha vuelto a sorprender la firmeza de los latidos de tu corazón, marcando el ritmo de un amor, a punto de rodearme entre sus brazos, para fusionar las almas, nuestras almas.

Paisajes, atardeceres y campos, y la silueta de un cariño que no desaparece con el paso de los años sobre la piel… y la mirada sigue siendo la misma que ha clavado el brillo de su inocencia en la tuya, como hacen las estrellas en la oscuridad de la noche, brillando más allá del nuevo día, porque siempre, siempre, está el chispazo de aquel amor.

Estrellas, paseos y olores, y el dibujo de un camino que todavía está por trazar, por definir siguiendo la estela que han dejado las enseñanzas y los refranes, las mariposas y el viento que mueve las hojas de los árboles,… ¿y cómo olvidarme de ti si formas parte de mí?

Mi querido y mágico León, en tus lares moran mis anhelos, mis «te quiero» más profundos, mis libertades y fantasías, mi más añorado abrazo…

Mi querido y mágico León, me persigue un juramento de amor encendido, me acompaña el corazón en la boca del estómago subiendo por la garganta; y entonces, cuando menos lo espero, se intuye el aroma de una primavera que llega llena de sorpresas.

Sorpresas… recorriendo los sentidos, la lluvia sobre la hierba y los caracoles justo después; y parece que el trinar de los pájaros nunca va a callar, y la sonrisa dibuja carcajadas, y ya no lloro, aunque desee con todo el alma estrecharte entre mis brazos.

No lloro porque no cabes entre ellos, porque tu belleza es tan grande, tus paisajes tan eternos, tus aromas tan intensos y nuestra complicidad tan infinita, que prefiero recorrerte llena de alegría, y recordar una y mil veces que para decírtelo, no hace falta palabras: mírame a los ojos y leerás te quiero, León.

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