Archive for Emprendiendo el camino

Reencuentros

Mi mágico León: Peregrino a su paso por Tierra de Campos, en Sahagún. León. Turismo rural. Camino de Santiago. Patrimonio de la Humanidad. UNESCO.

Peregrinando en el recuerdo

Al entrar en la provincia de León, atravesábamos Sahagún de Campos, el bello Sahagún, repleto de la historia que sus propios habitantes y  los peregrinos que han recorrido sus calles, han ido labrando en cada una de sus piedras, dando forma a una belleza mudéjar digna de contemplar.

Era temprano cuando nos acercábamos a la ribera del río Esla. El paisaje iba cambiando paulatinamente y los colores verdosos tomaban protagonismo combinándose a la perfección con el amarillo de sus campos de cebada y trigo.

Pasamos junto a Mansilla de las Mulas, que cargado de historia de otros tiempos, deja contemplar su puente fluvial del siglo XII y la muralla del mismo siglo, que forma parte de un conjunto arquitectónico en el  que la Puerta del Castillo, es testigo mudo de la existencia de un antiguo fuerte que el paso de los años y las guerras de tiempos inmersos en el medievo han dejado reducido a una pequeña parte de la gran fortificación que antaño fue. La Puerta del Castillo se encuentra al sureste y es la entrada del Camino de Santiago o Camino Francés, donde encontramos el monumento al peregrino y la calzada romana. En dicho castillo fue aprisionado don Pedro González, marido de doña Urraca. Se suman a su patrimonio diversas iglesias de especial relevancia arquitectónica.

Mientras recorríamos los kilómetros hacia nuestro destino cruzamos Quintana de Rueda con la esbelta torre coronando su iglesia del siglo XVI, que sustituyó a una iglesia anterior de los siglos XII y XIII. Dejamos atrás, por unos días este pueblo cargado de historia, atravesamos Villahibiera, que cuenta con la iglesia románica de San Tirso, digna de ser visitada, y nos desviamos a la izquierda para entrar en Gradefes atravesando el puente y dejando a mano derecha su conocido monasterio cisterciense.

Algo más de tres kilómetros más allá, al otro lado del río Esla, se encontraba nuestro destino.

Próxima parada: Cifuentes de Rueda.

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Amaneceres

Autovía Camino de Santiago

Autovía Camino de Santiago

El sol se desperezaba con la llegada del amanecer, tiñendo de dorado los campos de trigales que adornaban el paisaje con su sencilla sobria elegancia.

Cada año igual, la experiencia repetía un ritual que siempre me pareció hermoso de contemplar.

Recuerdo la calidez de aquella luz que impregna de día el cielo, y recuerdo, muy claramente, la divertida sensación de mirar hacia adelante y contemplar, feliz, la llegada del nuevo día mientras la noche se despide lentamente en la luna trasera del coche. Miraba por el retrovisor derecho y veía la oscuridad de la noche disiparse tras de nosotros y la claridad del día conquistando el firmamento frente a mis ojos.

Continuábamos nuestra ruta, mis hermanos seguían durmiendo… se despertaban… y hacíamos un pequeño alto en el camino en «La Fuente del Carnero», en la provincia de Burgos, donde hay un pequeño merendero y un pequeño caño con la forma de una cabeza de carnero esculpida en la roca, por cuya boca brota un agua bien fresquita.

Salíamos del coche y la temperatura dejaba notar claramente que habíamos cambiado de clima. Era temprano y queríamos llegar, pero el pequeño descanso para mi querido conductor nos venía bien a todos, que disfrutábamos de aquellos minutos en el silencio de un lugar despoblado, únicamente roto por nuestras voces y el rumor del bosque que lo rodea.

Después de nuestra pequeña parada, proseguíamos el viaje, atravesábamos la ciudad de Burgos, seguidamente la provincia de Palencia y poco después, entrábamos en León.

Un nuevo día había amanecido.

Ya faltaba poco.

Después de meses y meses sin pisar sus tierras y apreciar la belleza serena de sus paisajes, volvíamos a estar allí.

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Sumergiéndome en el recuerdo

Mi mágico León: la pequeña patria de mis acestros. Cifuentes de Rueda. Tierras de León. Turismo rural. León.
Pequeña patria

Hablar de León es hablar de un lugar en el que mi memoria deja paso a los recuerdos allá donde ella misma pierde la noción del tiempo. Conocí sus tierras hace ya mucho, puede que desde siempre, pues no recuerdo exactamente cuándo fue el momento ni el lugar exacto, pero en algún momento de mi existencia pasó a formar parte de mi vida y se quedó por siempre, impregnando mi vivir con ese aire a campo que se respira en Cifuentes, en Cifuentes de Rueda.

Solía visitar el pueblo en Semana Santa y en verano, cuando mi padre llenaba el maletero del coche con maletas y más maletas, el botiquín… y en una, ya remota época, el remolque con nuestras queridas bicis, y allí íbamos los tres con él a pasar las vacaciones al pueblo, y mi madre se quedaba esperando pacientemente que el viaje fuera bien, y que sus pequeños llegaran a destino sanos y salvos. -«Quinidio, ten cuidado, por favor, los niños, ¿eh?»- y mi padre siempre respondía con una sonrisa que sí, que no se preocupara, que tendría cuidado; caía la noche y nosotros emprendíamos el viaje, y tras varias horas recorriendo gran parte del tercio norte peninsular, amanecíamos en las llanuras de Castilla, haciendo nuestra entrada por la provincia de Burgos. Podría explicar mil anécdotas, y lo haré, pero eso será otro día, que me espera una rica sopa humeante sobre la mesa, y ya va siendo hora de cenar.

Qué los brazos de Morfeo mezan vuestras fantasías hechas sueños esta noche.

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