Anoche soñé contigo y era tan real…
Soñé contigo y volvimos a abrazarnos, a estrechar nuestras almas en nuestros cuerpos, entre nuestros brazos, ¡qué sensación!
Soñé contigo y volví a sentir la protección de tu cariño y la seguridad de tu sonrisa, la tranquilidad que da el saberse a salvo y feliz.
Llegó la noche, y mis párpados se cerraron esperando encontrar el descanso, y encontraron algo más, encontraron un mundo en el que no te habías ido, en el que hablábamos de nuestras cosas como solíamos hacer, y al despertar, tuve la seguridad absoluta de que de alguna manera sigues aquí, aunque no te pueda tener como antes te tenía, sigues cuidando de mí, acudiendo al rescate cuando te necesito, y siempre estás aquí.
Llegó la mañana, llena de luz, y la oscuridad que horas atrás cubría la noche, se convirtió en un frío día de invierno, donde la nieve había hecho acto de presencia y el cielo parecía más claro, más azul, más limpio.
La naturaleza es hermosa, está llena de fragancias, de secretos y misterios, está llena de magia, de colores e ilusiones, y no sé porqué, en esa mágica provincia, cielo y tierra se tocan con tanta asiduidad, que de las alturas se desprenden esas chispas de eternidad que comunican lo que no se ve con lo que la vista alcanza a ver, y sé que no es fácil entender, ahí está el misterio, cuando algo no se entiende pero se siente, se percibe, se nota.
En León la naturaleza está enamorada y siempre muestra su más excelsa belleza, y llegado el invierno, en el Puerto Señales, las nubes y las nieves se confunden, y el cielo no tiene fin.