La fuerza de un pensamiento que mueve el mundo, creo que no hay mejor definición: el mundo.
Un mundo que está esperando a ser modelado según las expectativas que pongas en él, y las sonrisas y las determinaciones, a veces serias, a veces distraídas, a veces sonrientes envueltas en abrazos,…
El mundo y multitud de gotas reunidas en caudales formando lagos, ríos, mares y arroyos, deslizándose por las sinuosidades que recorren los montes y los rincones, dejándote soñar un rato, y aunque luego tengas que despertar y darte de bruces contra una realidad que no siempre es lo que deseas, al final, el sueño es un soplo de aire fresco que te llena de ilusiones y esperanzas, que te permite mirarte al espejo y descubrir de nuevo la sensualidad de tus labios rosados, y la mirada profundamente inocente y limpia, que, a ratos, juega a ser pícara y divertida, aunque la realidad siga ahí fuera.
El mundo y la frescura trepidante de la travesura alegre de los Forfogones, junto a Cofiñal, y los pensamientos convulsos revolviéndose entre las corrientes que descienden de las montañas, y entre líquenes, musgos y árboles, se pasean las ninfas a escondidas, sonriendo mientras un pequeño arco iris, aparece a los pies de la cascada.
Pensamientos que recorren la mente una y otra vez, revoltosos, ¿será posible que no puedan quedarse quietos? Y no sé, parece que no son demasiado obedientes a la voluntad, porque, a ratos, vuelves a pillarles con las manos en la masa, despistados, en los rápidos de Los Forfogones.