Archive for Ruta de la Plata

La belleza hecha pueblo

En la comarca de la Maragatería, muy cerca de Astorga está Castrillo de los Polvazares. En la provincia de León. Turismo.

La belleza hecha pueblo

La belleza, ¿qué es la belleza?

La belleza es algo que a todos gusta, algo que te gusta mirar, descubrir y volver a mirar, algo que no te cansas de ver.

Belleza… belleza es armonía.

Hay belleza exterior y belleza interior y… ¿cuál es mejor? la una sin la otra no tiene demasiado sentido, porque algo muy hermoso por fuera que no es bello por dentro, al final no te dice nada, es una bonita estampa que recordar; pero la belleza interior tiene esa magia que inunda el exterior y lo hace brillar con luz propia, otorgándole una belleza sin igual… creo que algo así es el amor, ¿verdad?

Cada rincón tiene su magia, cada pueblo su belleza, y cada persona un lugar favorito al que regresar siempre, un sitio que es tuyo, sólo tuyo, aunque también sea de más gente, pero no importa…

Conozco un lugar bello por fuera y por dentro, un lugar lleno de historia y arte, bonito ¿verdad?, una bella estampa que recordar, y… conozco un lugar del que te enamoras porque es precioso… y es el mismo lugar.

Es un pueblo bonito y precioso porque en el interior de sus casas de piedra se cuece un cocido muy maragato y se saborean los olores de lo bueno; precioso porque sus gentes viven enamoradas de él, y lo aman, y lo comparten, aunque siempre lo celen un poco ante la llegada de tanto extraño que no se detiene en descubrir la auténtica belleza que inunda su exterior, la de dentro.

Conozco un pueblo añorado desde la distancia, recordado desde las fotografías, relatado en mil folletos y grabado en mil corazones; y podría contarte que es Conjunto Histórico Artístico, que sus calles están empedradas, su gente es amable y orgullosa y que tiene fama su gastronomía, pero… ¿sabes qué? prefiero que lo descubras tú mismo, porque así, comprenderás, porque es tan bello: por fuera y por dentro.

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Protegiendo las mantecadas

Las murallas romanas de Astorga, antigua Asturica Augusta. Provincia de León

Las murallas de Astorga

Un coche, una familia en su interior, una niña asomada por la ventanilla y un dulce aroma impregnando el ambiente… ¡qué rico!

Hace cientos de años, hace ya dos milenios, un ejército invadió la tierra de los astures y los cántabros, de los vacceos y los íberos… Eran tiempos de grandes imperios que se hacían grandes a base de imposiciones y guerras, traiciones y estrategias, a base extender ese ansia conquistadora que  les llevaba más allá de las fronteras que durante años habían sido establecidas.

El Gran Imperio Romano, la Roma Imperial que tantos anfiteatros hizo, tantos circos, tantas termas y templos, acueductos… aquella Roma de la Antigüedad que hizo suya Hispania, construyó ciudades importantes, ciudades primordiales, tan romanas y tan suyas como la propia Roma, o Pompeya, como la mediterránea Tarraco, nuestra Tarragona, la honorífica Mérida extremeña, y la encantadora Asturica Augusta, Astorga.

La bella Astorga nació como campamento de la Legio X Gemina y como tal, fue resguardada del ataque del enemigo con una muralla con la que proteger lo más bello: la propia vida.

La muralla se desgastó y se construyó de nuevo, y se estropeó y se volvió a arreglar, pero se cansó de tanta guerra, de tanto odio y rencor entre unos y otros, y ahora ya no se dedica a los asuntos bélicos, ahora prefiere resguardar del frío y la intemperie el aroma a mantecadas que recorre los rincones de una ciudad llena de historia y religión, de dulces y gastronomía, llena de Gaudí y Medievo, llena de Maragatería.

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La Villa de los marineros

Mi mágico León: Puente de la Vizana en Alija del Infantado, León.

Haciendo historia

A orillas del río Órbigo, en la zona más meridional de la provincia, está la tierra leonesa de los marineros de agua salada.

Corría el año 1492 cuando un genovés confundía las Indias con un nuevo continente: América. Comienza entonces la historia marinera del pueblo de interior que más marineros ha aportado a la Marina Española.

Situado en la antigua Vía de la Plata, camino de romanos, trashumantes y peregrinos, Alija del Infantado ha sido desde antaño un lugar de idas y venidas, de llegadas y partidas, de animales y pastores, laicos y religiosos, soldados, nobles, comerciantes y gente de a pie, que por uno u otro motivo atravesaban sus tierras dejando su particular huella en la esencia de sus edificaciones, iglesias, hospitales y casas…

Atraviesa sus tierras la Cañada Real Leonesa de la Mesta que tantas veces fue recorrida por los pastores procedentes de tierras extremeñas en su camino hacia las alturas de Babia y todavía resuenan los ecos del balar de las merinas en su paso por las llanuras y de los ladridos de sus guardianes mastines…

Todavía se puede intuir el trasiego del Camino de Santiago en lo que fueron sus cuatro hospitales de peregrinos… y ya no están, tan sólo una Cruz del Peregrino atestigua en soledad el discurrir constante de miles de almas que durante centenares de años caminaron en su ruta jacobea… y en sus tierras, todavía queda el testimonio de lo que, según cuenta la tradición, remonta sus orígenes a la Orden del Temple, la iglesia de San Esteban a la que el paso del tiempo y  las inclemencias de la historia dio un nuevo barniz con un aspecto diferente al originario.

Y hablan sus monumentos de una Villa cargada de historia a través de los tiempos, desde la Antigua Roma con sus fuentes y sus puentes; hasta el medievo más puro con su castillo amurallado.

Podría hablar mil y una horas de la belleza de los mares terrestres que envuelven la historia hecha monumento en cada uno de sus vestigios y piedras, pero por más que lo hiciera, jamás podría hacerte llegar a sentir lo que se siente cuando permites que la llanura inunde con su vida serena tus momentos y recorres los muchos rincones descubiertos que en Alija se pueden redescubrir.

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Al Balat

Hubo una época en que antiguas civilizaciones poblaban el occidente ibérico peninsular… hubo una época en que la antigua Roma avanzaba implacable en su conquista, ampliando sus fronteras más allá de la península itálica… hubo una época en la que se plantó la semilla de lo que hoy recordamos como una de las rutas de comunicación más importantes de la Antigüedad.

Corrían tiempos remotos cuando Tartessos era la capital de un pueblo que habitó el suroeste peninsular. Aquella pequeña gran civilización ya olvidada por muchos, fue cuna de grandes comerciantes que llevaban sus mercancías más allá de sus propias fronteras, comerciando por tierra y mar con fenicios y otros pueblos de origen celta que poblaban el oeste de la meseta central ibérica.

Aquel pueblo admirado por los antiguos griegos por su riqueza y desarrollo, inauguró una ruta comercial con las tierras del norte que más tarde sería conocida como la Vía del Estaño; ruta que la implacable Roma usaría más tarde en su incesante avance conquistador y posteriormente como vía de comunicación durante el periodo de la Roma Imperial.

Al Balat, el Camino, tal y como llamaron a aquel recorrido muchos siglos después los invasores árabes en su expansión hacia tierras europeas, fue evolucionando fonéticamente hasta convertirse en la palabra Plata hasta que finalmente llegó a conocerse como la Vía de la Plata, sin que eso tenga relación con el comercio argénteo.

La Antigua Roma, la Gran Roma, única como ninguna en mantener la grandeza de su poder durante siglos, afianzó la conexión entre sus lejanas provincias organizando nuevas vías de comunicación y utilizando las antiguas con fines militares y comerciales, y fue con esa intención como se dio un nuevo empuje a la antigua ruta uniendo la capital de la provincia lusitana: Emerita Augusta, Mérida, con una de las principales ciudades de la provincia de Tarraco: Asturica Augusta, Astorga.

Hace más de dos milenios nuestras tierras eran patrimonio del Imperio Romano, un Imperio que construía y reconstruía caminos: de Astorga a Mérida por la Vía de la Plata; de Cádiz a los Pirineos por la antecesora de  la Augusta Romana, la Vía Heráclea…

Y la historia continuó su avance a través de los siglos, y cayó el Imperio Romano, y llegaron los visigodos, y luego llegaron los musulmanes aséntandose en tierras del Al-Andalus, y un día corrió la voz que se había descubierto la tumba del Apóstol Santiago, y la antigua ruta comercial adquirió un nuevo auge, esta vez con un cariz totalmente diferente, el que mueve a un peregrino a caminar cientos de kilómetro dirección a Santiago de Compostela en busca de la indulgencia cristiana…

Fueron muchos los que recorrieron su trazado en la antigüedad prerromana; muchos los que pasaron por ella durante la Roma Imperial; muchos otros los que la reinventaron como camino de peregrinación hacia tierras gallegas… aquel itinerario tiene tanto que contar en cada uno de los vestigios que jalonan sus recorrido, tanto que explicar con puentes, columnas, monumentos y paisajes, que limitarse a leer unas líneas sobre tanta historia hecha camino es algo impensable pudiendo pisar el camino que tantas y tantas gentes pisaron a lo largo de los años, de los siglos y de los milenios.

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No estoy…

Las Montañas que decoran Babia

Las cumbres nevadas de Babia.

Hay quien prefiere estar en las nubes, otros prefieren estar en la luna, yo, sin embargo, prefiero estar en Babia.

¿En Babia? ¿en la luna? ¿en las nubes?… sí, en Babia, con la luna sobre mí al caer la noche y las nubes coronando las cimas de sus montañas al alba…

En la Alta y la Baja Badabia, rodeados de quietud y sosiego, en un ambiente lleno de armonía entre lo humano y lo terrenal, se encuentra el paraíso al que los reyes de León acudían a descansar en busca de la tranquilidad y la paz que en la corte no encontraban.

Entre la Babia real y la Badabia mítica hay un mundo de montañas y valles, ríos y lagunas, pastos, castillos e iglesias que dan vida a una ensoñación hecha tan real como la vida misma, como ese olor a hierba fresca y a cumbres nevadas que penetra los sentidos del cuerpo y toca con su varita la magia de la imaginación…

Cuentan los vestigios encontrados en su valle, que fue poblado desde la Edad de Bronce, y pasados los siglos, los invasores romanos pudieron usar la vía del Puerto de la Mesa para cruzar la Cordillera hacia la bella Asturias.

Entre sus montañas, Mons Vindius, en el que se resguardaron cántabros y astures ante la llegada del Imperio Romano…

Y entre el Concejo de Babia de Yuso y el Concejo de Babia de Suso, la mente divaga con facilidad mientras el viento mece las ramas de los árboles y el agua chapotea en sus arroyos… y los caballos pacen serenamente en las pasturas y algunas vacas pintas salpican el paisaje con sus blancos y negros, y se echa de menos el balar intenso de los rebaños trashumantes que subían desde la lejana Extremadura hacia los verdes pastizales donde nacían y nacen sus mejores guías y defensores ante el posible ataque de un lobo: los valientes mastines leoneses.

Este lugar lleno de sueños de quietud, de anhelos de los caminantes que peregrinan hacia Santiago, de deseos de los mercaderes que recorrían la Ruta de la Plata… este sitio tan lejano en apariencia como cercano en realidad, está ahí, al norte de León a tan sólo unos kilómetros de aquí, puede estar cerca, o lejos, es todo tan relativo… sea como fuere, si se puede alcanzar, si se puede llegar a Babia, es porque existe, ¿no? Pues si existe, si te apetece conocerlo, vente conmigo, que yo ya no estoy… estoy en Babia.

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