Archive for abril, 2010

Hilando sin rueca

La bisabuela Rosa hilando sin rueca.

La reina hilando en Castrillo de los Polvazares

Hoy te voy a contar una de esas historias que merecen ser contadas, una de esas historias que narran como hay personas que hacen del mundo un lugar mejor por el simple hecho de existir…

Hoy te voy a contar la historia de Rosa, de Rosa y de Carmela, y de su madre y su abuela… y de sus tías… ¿quieres conocerla? allá voy:

En un lugar de León, en un rincón de la Maragatería, en un pueblín lleno del cariño de una ciudadana del mundo que se siente de muchos sitios y tiene el corazón repleto de Polvazares, hubo una vez una princesa que vestía de forma sencilla, como la tierra que envuelve el carisma encantador de Castrillo…

En Castrillo de los Polvazares, hace… poco, sí, hace poco, porque el amor es algo que nace del alma, y el alma viene de Dios, y para Dios el tiempo no es importante así que…

En Castrillo de los Polvazares, hubo una vez una princesa que se convirtió en reina y como tal, desposó al galante caballero don Felipe. Los reyes tuvieron una princesa, y la princesa se hizo mayor, también se casó y nacieron las infantas…

Una reina y un rey, y luego una princesa y un príncipe, y fruto de su amor, más niños… pero este cuento también tiene su tinte amargo, y con el último de los hijos, se fue la vida de la princesa…

¡Qué triste! ¿verdad? ¡y qué duro! triste y duro, duro y difícil, como la vida misma…

Pero esta historia tiene un final feliz: la reina Rosa, lejos de hundirse en la tristeza y la desidia, sacó fuerzas de flaqueza y convirtió la pena y el dolor en amor, y con ese amor alimentó el alma de sus pequeñas, las pequeñas de su niña, que se había ido para velar por sus retoños más allá del cuerpo que la tenía presa…

Los años pasaron, las infantas crecieron entre risas y juegos, trabajo y esfuerzo, al lado de una abuela y madre que siempre estuvo a su lado, y un día también se fue…

Se fue, y ahora, cuando recuerdan la mirada dulce de aquella dama de ropaje sencillo y alma esplendorosa, todavía una lágrima acude a sus ojos y una sonrisa a sus labios.

Rosa se reencontró con la niña de sus ojos, y mientras tanto vela por sus queridas nietas, y por una pequeña bisnieta que no llegó a sentir el calor de sus abrazos, pero se siente muy orgullosa de pertenecer a tan alta estirpe, y… todavía al mirar su foto, recuerda, como si lo hubiera vivido ella misma, a la monarca hilando a mano, como siempre lo hizo, desechando la rueca que sus nietas le compraron.

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Entre el Duerna y el Teleno

Blanca Navidad en Quintanilla de Somoza, en la Maragatería, en León.

Quintanilla de Somoza y el nogal del abuelo

A orillas del río Duerna, envuelto por el frío gélido de una montaña blanca al llegar el invierno, está la belleza sencilla y tranquila de un pueblo cálido como las gentes que habitan sus casas y las mantecadas recién salidas del horno.

Con aromas a Teleno y a río, está Quintanilla de Somoza, y en ella, el árbol que plantó el abuelo.

¿El abuelo? sí, el abuelo y el bisabuelo: Domingo Benéitez Arce.

¡Ah!, ¡Domingo!, ¡claro!…

¿Domingo?

Sí: Domingo.

Domingo fue un hombre diferente. Diferente a muchos otros aunque viviera como muchos otros y donde muchos otros.

Y… diferente, ¿por qué?

Diferente porque con su propio esfuerzo sacó un canal del río para que llegase a una central eléctrica que él mismo montó, y… ¡magia! el agua caía en la noria, la rueda se movía, aparecía la electricidad y… ¡se hizo la luz!

Muchos años han pasado desde entonces, varias las generaciones que han visto pasar el agua discurriendo por el cauce del Duerna día tras día, semana tras semana, mes tras mes.

Muchos años han pasado y ya no está la maquinaria que don Domingo puso en marcha, pero todavía, en el mismo lugar, se conserva la caseta que formó parte de aquel espectáculo lleno de modernidad; todavía, en Quintanilla de Somoza, está el árbol que el abuelo plantó, recordando, silencioso y perseverante, que el esfuerzo por hacer las cosas bien tiene su recompensa y más allá de morir en un presente, la semilla del trabajo bien hecho, sigue creciendo, creciendo como el árbol del abuelo.

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El salvaje oeste

Un rebeco en las montañas de León

Un llanero solitario del salvaje oeste

¿Quién no ha oído hablar de aquellas historias que cuentan nuestros abuelos? ¿quién no sabe de lobos que han atacado rebaños enteros?, ¿o de la caza del corzo y el jabalí?, ¿quién?

Quien más quien menos, todos hemos oído historias que cuentan cómo se oye a los lobos aullar cerca de las casas, cuando el ganado se pone nervioso y hasta las gallinas se alborotan.

Quien más quien menos, ha visto cabras montesas perdidas en las alturas, escalando las escarpadas como si pasearan por las llanuras de un prado.

Quien más quien menos ha visto halcones y águilas sobrevolando los paisajes vivos de la tierra; pero cuando pensamos en osos, corzos, urogallos, venados y nutrias, nos parece que son animales que pertenecen a tiempos pasados, cuando la vida salvaje seguía siendo eso: salvaje.

Todo parece haber cambiado, pero… hay un lugar… un sitio… bueno, hay un gran sitio lleno de rincones escondidos, plagado de vida salvaje y fuerte, tan fuerte como la magnitud de sus montañas y la viveza de sus ríos; tan ágil como los roedores que merodean sus campos y las cabras que ascienden a sus cumbres…

En el salvaje oeste, aquel que está coronado por los magníficos Picos de Europa, todavía se encuentran los supervivientes al holocausto de la modernidad.

Todavía, huidizos y simpáticos, uraños y saltarines, en los rincones de ese sitio, hay rebecos.

Rebecos como aquel que te mira desde lejos y acto seguido sigue sus andanzas por estos mundos tan auténticos.

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Caminos de antes, caminos de siempre

Mi Mágico León: Camino romano de Peñacorada junto a Cistierna, en León, provincia de León

Camino romano de Peñacorada

En un mundo lleno de novedades, de rapidez y de globalización, a veces, parece imposible poder desconectar y olvidarse de los ordenadores, los papeles, los bolígrafos… a veces, parece imposible poder olvidarse de las obligaciones y tomarse una tregua: la tregua, el descanso que todos, en algún momento nos merecemos.

Hoy en día las cosas suceden tan deprisa, hay tanto que hacer… y nos olvidamos de nosotros mismos.

Hoy quisiera recordarte que vida sólo hay una y que hay que vivirla y disfrutarla; hoy quisiera recordarte que vida sólo hay una, pero senderos para vivirla muchos, y entonces me pregunto… ¿cuál seguir?

Te animo y me animo a seguir el sendero que haga feliz, descubriendo nuevas experiencias, nuevos paisajes y emociones; descubriendo rutas y caminos que otros recorrieron alguna vez, pero esta vez es diferente, porque esta vez eres tú quien recorres el camino, quien sientes el sonido de tus pisadas en el suelo, eres tú quien sientes el sol acariciando tus mejillas, y la frialdad del ambiente refrescando tu caminata,…

Esta vez, el camino lo marcas tú recorriendo los senderos que anduvieron vadinienses, cántabros, orníacos, romanos… porque es tu vida, aquella que tú mismo diriges, y conozco un lugar ideal para seguir caminando entre paisajes hermosos llenos de luz y color…

Feliz caminata, feliz paseo.

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