Tengo ganas de correr.
Tengo ganas de correr, ¿me acompañas? ¡Venga! ¡acompáñame!
¿El cuerpo no te deja? Bueno, acompáñame entonces con la mente, y con el corazón, nunca olvides al corazón, que hace menos ruido que la mente, pero sin él serías alguien triste, muy triste, porque las personas tenemos mente, corazón… ¡y alma! tampoco te olvides del alma, que puede tocar las estrellas sin moverse de la tierra, dejarse acariciar por las luces del atardecer, bailar con los sueños al son de las serenatas nocturnas, y sonreír cuando todo parece perdido.
Tengo ganas de correr, como una niña, ¿por qué no? ¿parecerá que estoy loca? ¿y qué? ¡loca como los niños! ¡bendita locura!
Correr, sentir a la Madre Tierra viva bajo mis pies, respirando en cada pétalo, en cada brizna de esperanza convertida en hierba, la fortaleza de ese árbol que aguantó estoicamente el invierno y ahora renace en primavera.
Quiero empezar a correr y olvidarme de los caminos marcados, marcar mi propio camino con los senderos de la ilusión y el convencimiento de que puedo, de que no hay imposibles que no puedan convertirse en posibles, porque sé, siento, intuyo que si creo, sí confío, puedo.
¿Ya? ¿terminaste la carrera? ¿cansado? ¿cansada? Apuesto que acalorado pero feliz, ¿verdad? ¡qué sensación! Y… ¿sabes qué? Sigue, despacio, mirando hacia abajo para recoger esa florecilla amarilla que asoma entre el verdor; mirando hacia arriba para contemplar la forma indefinida de las nubes, y sintiendo el viento revoltoso chocando contra tus mejillas, (te quiere hacer sonrojar, y tal vez lo consiga, ¿será que le gustas?)
Camina siempre, disfruta de la travesía, sonríe muy a menudo, y nunca dejes de soñar.
Porque tienes toda una vida para hacerlo y paisajes maravillosos que disfrutar en este mundo, en Europa, en España, en León, en Filiel…
Por todo esto y mucho más… ¡Sé feliz!