A veces quiero escaparme del mundo y olvidar los malos momentos, las situaciones difíciles, las ausencias, las penas y tristezas.
A veces quiero sumergirme en las profundidades de la naturaleza y encontrar mi propio yo reflejado en la grandeza sencilla de las montañas y sus valles, de los cielos y sus atardeceres, de esas noches estrelladas cargadas de misterio y paz.
A veces quiero, necesito recargar energía y dejar de lado el hormigón sobre el que caminan mis pies, olvidar el humo de los tubos de escape, las prisas, las horas que marca el reloj, y sentirme tan viva que las emociones no quepan bajo mi piel.
Tan viva que las emociones no quepan bajo la piel, como el agua del arroyo que se escapa del interior de la tierra para salir a la luz cariñosa del exterior, que se emociona al verla recorrer los recovecos de las rocas convertidas en cantos, en guijarros, suavizados por la fuerza alegre de una pureza que ha conseguido mantenerse alejada de la polución que lleva consigo la avaricia, la ira, la envidia…
Y respirar el aire eterno que desprenden las cumbres más altivas de la más humilde de las montañas, y volver a sentirse vivo, viva, y retomar la misma vida que a veces agota, porque cuando vuelves a sentir el frío sonriente de las alturas, cuando contemplas la pequeñez del mundo que te has montado a tu alrededor desde allá arriba, descubres cuán pequeños son los problemas mientras tengan soluciones, y si hay un problema, es porque hay una solución, aunque ahora no la veas, porque no siempre se deja ver, pero no desesperes, que estar, está.
Aunque a veces me siento al borde del precipicio, y temo caer, aprendo que desde este mirador de sabiduría los miedos desaparecen, los temores se hacen menos temibles y redescubro que en mi pasado, está la grandeza ilusionada de mi presente, redescubro que por mis venas corre sangre de hombres y mujeres de carácter y fuerza, que han pertenecido a la ribera y a la montaña, a las nieves y a las flores, porque desde la montaña oriental, desde Prioro y la Peña de la Muela, la serenidad gobierna en el paisaje, gobierna en el alma, gobierna en el corazón…
Y vuelvo a sonreír.