La oscuridad más absoluta gobierna un mundo que reposa al caer la tarde…
Se acerca la noche, y en la infinitud lejana del firmamento, las estrellas comienzan a hacer acto de presencia en un cielo dispuesto a mostrar la sencillez de ese brillo que parece nunca desaparecer.
La luz que, durante las primeras horas del día, ha dado color y algo de calor al paisaje, ahora se concentra en el crepitar de una hoguera en torno a la que reunirse, en torno a la que contar historias, en torno a la que relajarse en buena compañía…
Era una vida diferente, y al caer la noche, los vecinos se reunían alrededor de la lumbre en alguna casa del pueblo; era una vida distinta, y los hombres contaban historias de vida labriega y pastoril, las mujeres se juntaban a coser, y la conversación fluía tranquilamente mientras las largas noches del invierno se hacían menos frías, y menos largas…
Era una vida de Filandón, y en torno al fuego, el ferviu daba nombre al vino caliente que acompañaba algo para comer, y se oía a uno contar historias de lobos atacando el rebaño, a otro contar anécdotas divertidas,… y las habladurías tomaban forma en el programa de una televisión inexistente, en la que los famosos más populares eran los conocidos protagonistas de novelas cercanas de la vida real, de amores y desamores, de traiciones y rencores familiares, que se transmitían de generación en generación…
Era una vida antigua, y tras la dura jornada ganadera y campesina, hombres y mujeres se reunían al abrigo de amistades y familia, una vida en la que las mujeres filaban lana de oveja, una vida de Filandón, y aunque, a veces parezca imposible, todavía, en algún rincón de León, hay un Filandón…