Archive for febrero, 2015

Evitarlo

Mi mágico León: Paseo de Papalaguinda. León.

Hermosa perspectiva

No puedo evitarlo, lo reconozco, no puedo.

Bueno… no puedo… ¿o no quiero? Igual es que no quiero, puede que me guste más mirar la vida desde esta perspectiva maravillosa que, conservo en esa inocencia infantil que, de vez en cuando merodea en mis rincones.

Eso, eso es: no quiero. Prefiero creer en los imposibles que un día, para sorpresa de uno mismo se vuelven posibles, porque imposible no hay nada, querido mío, querida mía, todo es cuestión de creerlo, de creerlo con tanta fuerza que salga disparado desde el pecho hasta el infinito…

¡Y es tan lindo! Sí, sí, lo es: mirar atrás y darte cuenta de que ya pasó, lo malo ya pasó, y… ¡prueba superada! ¡Arriba!¡Muy arriba! ¡Hasta el cielo! Para abrazar a quienes uno ama, ¿verdad? Para dedicarles la mejor de las sonrisas, la más dulce de las miradas, y esa combinación fantástica de picardía y buen humor que contagia al más triste de los humanos.

Ser feliz, a pesar de los pesares que tanto pesan, a pesar de echaros tantísimo de menos, porque ser feliz forma parte de una promesa, ¿verdad? de un juramento que hay que cumplir; ser feliz para no cambiar nunca, para caminar por Cifuentes y volver a ver tu mirada en cada estrella que brilla en el firmamento, amor mío; ser feliz por ver esa preciosa luna iluminar el cielo más oscuro, y durante el día, bailar con las mariposas de colores, pasear por los lares de la Bañeza y respirar aromas de romero y orégano, ver los espinos en flor al llegar la primavera, y escuchar a las damas de metal llamando a misa los domingos, como antaño, querido músico de las alturas, como siempre, con ese amor tan grande que no cabe en las palabras.

Ser feliz, ser feliz, ser feliz… Siempre ser feliz, porque no puedo evitarlo, querido León.

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Magia lunera

Mi mágico León: la luna salpica la mañana de León. España.

Amanece luna

Como esa luna lunera que siempre está, como el sabor de los buenos recuerdos que dibujan una sonrisa en los labios, como tu mirada en la mía, como las sensaciones bonitas, así yace la nieve sobre los campos y los montes, maquillando los paisajes de viajes, sin moverse del mismo lugar.

Las notas de una melodía suceden a la de otra, y de alguna manera, desaparecen los minutos que han atravesado los años y volvemos a estar en aquel lugar, en aquel momento, y la voz de tu corazón traspasa las distancias, engarzándose en la pureza blanca de esa nieve hermosa que este año ha decidido conquistar el mundo.

Blancura, la del brillo de Selene encandilando el firmamento, sin miedos, sin cordura, con la locura desenfrenadamente serena de quien es feliz; y en la soledad acompañada del cielo y la tierra danzando hasta el infinito, aparecen las letras en el pentagrama de esta canción de música invisible.

-«¡Qué frío!»- dice la piel mientras el corazón arde de pasiones encendidas; -«¡Cómo te quiero!»- siente la fantasía cuando vuelve a despertar… y prefiero seguir soñando, sin reproches, intentando amanecer llena de luz y carcajadas,  llenando los pulmones del sabor de aquellos besos…

Como esa luna lunera que siempre está, como el viento meciendo las ramas de los árboles a lado y lado del Atlántico, como las estrellas y las oraciones a media voz, como el alma a punto de escapar por la mirada, por la humedad de los labios entreabiertos, como esa conexión que hace de la sinceridad más absoluta su lenguaje honesto…

Como nosotros, como nosotras, como esas palabras que tan bien suenan, uniendo dos almas en una expresión, como tú, como yo, como ese -«Te quiero«-, como mi Mágico León, y su nieve y sus montañas, y la capacidad maravillosa de volverse a levantar, de no rendirse, de darle fuerte a la vida con la mejor de las sonrisas…

Como siempre, querido invierno, querida primavera, ¿qué sería del uno sin el otro? Aquí estoy, esperando disfrutar de cada instante, de cada una de las briznas de esa intensidad fantástica con la que hechizáis el país de los sueños en el que habito, donde la magia recorre los rincones y los imposibles se tornan posibles…

Porque hay magia, ilusiones, canciones y guitarras, secretos guardados y despedidas que convertir en reencuentros, porque tierras hay muchas, pero como la de mis sueños, como la de los fríos azucarados, la nata untada en el pan de hogaza y las campanadas llamando a misa, como esa tierra mágica, no hay otra, querido mío, querida mía…

León, Mi mágico León, mi perseverante y eterno León… donde las estrellas se pueden tocar desde las atalayas de los sueños, y tú y yo siempre seremos: tú y yo.

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Suavidad

Mi mágico León: invierno en León. España.

Amor indómito

Con la suavidad de una melodía que se escapa de entre unos labios, con la delicadeza de unos dedos acariciando los acordes de una canción, con dulzura, con emoción, recorre la ternura de los recuerdos, la voz concentrada y serena de un corazón amable.

Como los copos de nieve deslizándose desde las alturas, como la seguridad feliz que da la perspectiva del tiempo, como la luna y las estrellas, se dibuja la memoria de los buenos momentos, donde la sonrisa aparece en lo profundo del sentimiento y los instantes se repiten hasta el infinito, y ya no hay final…

Más allá del mar y las distancias, más allá de los aviones y las fotografías, en algún lugar, huele a Teleno, y el verano y el invierno abrillantan la superficie de la tierra con colores brillantes llenos de emociones, donde las estrellas brillan con especial fulgor para hacer cumplir los sueños, y aparecen caballeros andantes entre montañas y ríos.

Como el paso de las estaciones llenando el mundo de maravilla, como ese cariño que nunca se va porque es del bueno, como tú y como yo, como la nieve despojando al mundo de sus pesares antiguos, y desnudando suavemente la pasión encarnada en la silueta de la tierra, así, de la misma manera, la tierra leonesa se muestra espléndida en cada una de sus facetas: en primavera, con el intenso verde de sus prados; en verano, con el alegre cantar de sus sonidos; en otoño, y una hoguera de colores adornando los montes…. en invierno y la magia blanca de su fría ternura.

Con la suavidad de una melodía que se escapa de entre unos labios, con la delicadeza de unos dedos acariciando los acordes de una canción, con dulzura, con emoción, recorre la nieve la silueta de la bella dama de las montañas y los valles, del caballero amable de las noches serenas, del cielo y la tierra, del acá y el allá, del ayer, el hoy y el mañana…

Con la delicada melodía de una sonrisa, dibuja la vida, la magia de León.

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