Dicen que no existen, que todo pasa por algo: las nubes, el viento, y todo lo que siento, hasta ese recuerdo infinito que abarca más allá de mi propia vida y sentimiento…
Dicen que no existen, ¿será verdad? Una tarde de lluvia, en cualquier lugar del mundo, y una mirada profunda hacia el más acá, hacia los más recónditos lugares del alma donde las fotografías se tornan realidad y los miedos ya no existen.
Silencio, ni siquiera se oye silencio en el interior de la cabeza, donde un baturrillo de emociones hablan al unísono por separado, creando una sintonía inconexa y aturdida… Se oye el silencio de afuera, el que calma las ansiedades y las lágrimas, el que abraza con la voz callada del viento, con el murmullo sereno del agua, que fluye río abajo…
Río… de los mundos inconexos en los atardeceres de los sueños, cuando el día se va cubierto de niebla, y llega la noche callando, en un mundo mágico, lleno de estrellas…
Estrellas en las que pedir deseos, en las que olvidarse de imposibles porque se tornan posibles…
Un mundo mágico plagado de sueños que alientan al alma cuando ya no se puede respirar, y esa luna maravillosa que ilumina los cariños de todas las esferas, y libera las emociones, las hace libres, y el universo se llena de paz con el brillo puro del más hermoso de los satélites…
La luna, mi luna iluminando las riberas de un mundo mágico allá por Ambasaguas, allá por Cifuentes, allá donde la magia hechiza los corazones más allá de las palabras y las miradas.
Dicen que no existen, las casualidades no existen… ¿será verdad?