Archive for Tierra de Campos

Mi cielo

Mi mágico León: nieve en tierras de Cembranos. León.

Caída del cielo

El cielo se enamoró de la tierra y sus montañas, de esos valles que parecen caer tan en picado porque las montañas son altas y esbeltas, espigadas, soberbias, preciosas… y, a ratos, rozan los rincones más profundos del alma, y surge la magia, se funden en un solo amor, y el invierno pesa menos, porque en su corazón arde la llama viva, de una pasión, que no ha de apagarse jamás.

Te escribo a ti, cielo mío, desde una tierra que te acompaña a cada minuto, desde sus más profundos valles, a sus más elevadas montañas, y siempre, siempre, acompañando tu bella y sensible esencia.

Veo caer los copos sobre mí en tus momentos de fría tormenta, cuando todo parece gris, cuando los fríos atenazan tu hermoso corazón, cuando el miedo se hace grande y el pavor congela tu linda mirada, cuando ya no puedes más y lloras cuando te crees solo, sin saber, que yo, tierra mágica, no dejo de seguir aquí, sabiéndote sensible y fuerte, valiente, sabiéndote dulce y paciente, compartiendo la frialdad que nos toca vivir, sabiendo que la tormenta deja un maravilloso paisaje blanco, que riega el territorio de los sueños que juntos construimos, sabiendo que, más tarde, llegará la primavera, y las flores llenarán el mundo de colores, de olores, de mariposas y paseos al atardecer, sabiendo que juntos hacemos el universo más bonito, como el mar acariciando la orilla, como las olas chocando los acantilados, como esos labios enamorados que acarician lo que no se ve, cerrando los ojos, suave, despacio, a fuego lento…

En Cembranos, Herreros de Jamuz, Valencia de Don Juan, San Andrés de Rabanedo, Valdeteja, Villamañán, Maraña, Sosas de Laciana, Valdevimbre, Prioro, Sabero, Felechas, Almanza, Babia, Villaverde de Omaña, Cistierna,… veo caer la nieve sobre este mágico León, y vivo, sintiendo, que estoy aquí, para ti…

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En tierras del Eria

Mi mágico León: Ruinas del Monasterio de Santa María de Nogales, comarca del Eria, León.

Huellas del ayer

Volar en el tiempo y descubrir paredes y muros que fueron y se resisten a dejar de ser; arcos y puertas que desaparecieron dejando un espacio vacío como huella de lo que la historia dibujó en sus siluetas, y aparecer en los atisbos de la Edad Media cuando religión y política fueron parte de la misma moneda, donde se confundieron los poderes terrenales con los del más allá y se olvidó aquella máxima divina «al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».

En tierras de la Bañeza, en la comarca del Eria, olvidado del presente, silencioso, callado, inquieto ante el abandono y la indiferencia, sigue, terco y resistente como la personalidad de la tierra que lo cobija, el Monasterio de San Esteban de Nogales; y surca los siglos la ciencia de la imaginación, al recordar a Sancha Ponce de Cabrera traspasar al Monasterio cisterciense de Santa María de Moreruela, allá por el siglo XII, el territorio de Nogales con todas sus pertenencias, para que, en sus tierras, se construyera otro monasterio al que llamarían Santa María de Nogales.

Y allí, rodeado de naturaleza y tranquilidad, al sereno sosiego de los pájaros cantando, de las nieves cayendo, del agua fluyendo y la frescura de la tarde refrescando el calor del mediodía según las estaciones, nació, creció y se desarrolló la vida de labor y oración de un mundo que traspasaba las fronteras que marcaban aquellos muros que hoy recuerdan lo que algún día fue.

La vida no se va, se queda, con sus luces y sus sombras, la vida siempre deja huella, en nuestros padres, en los suyos, en nosotros mismos, en aquellos que un día les conocieron, amaron o no,… al final, la esencia de lo que fue, siempre queda.

Más allá de las tristezas y alegrías, más allá de los temores y valentías, al final, el tiempo pone todo en su sitio, al final, la sonrisa vuelve a aparecer, al final descubres que nunca se fue del todo, porque, como el Monasterio de Santa María de Nogales, las cosas buenas, aquellas que forman parte de ti, no se desmoronan.

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Los confines de la magia

Mi mágico León: camino a La Portilla desde Herreros de Jamuz. La Bañeza. León.

Nana nevada

Caminar por los caminos de la vida, y descubrirte acompañando el anonimato que marca la gran historia del mañana, aquella que marca el pasado y el presente de los que recorremos los senderos de esta tierra fértil y sabia, que marcará el de los que contemplarán en sus corazones las voces de sus seres más queridos, recordando historias de cuando eran niños, de cuando eran mozos, mozas, y aquellos sonreirán como sonreímos nosotros ahora, alimentados por ese algo indescriptible que te hace sentir especial, único, única, diferente a los que no conocen los secretos callados del rocío de la mañana, convertido en escarcha una gélida noche de invierno.

Caminar lentamente, sin prisa, como si el tiempo no pasara, como si no hubiera nada que hacer, nada que temer, como si el mundo siempre hubiera sido mundo y siempre fuera a serlo…

Caminar por los llanos, por la planicie interminable, rodeada por campos y más campos que te acercan al infinito, sin sobresaltos, como una nana de cuna, como si el verdor primaveral estuviera sumido en el letargo invernal, como un niño acunado en los sueños de su madre, de su protectora, de su todo.

Caminar y descubrir que en la vida no son todo montañas y cascadas, cuevas y valles profundos, también hay lugares a la vera de la tranquilidad, donde el remanso de paz envuelve, con su placidez, las preocupaciones del ser humano, y las vuelve tan volátiles como una gota de lluvia, como un copo de nieve; también hay lugares tan desapercibidos que las palabras «La Bañeza» parecen desentonar con la imagen que los acompaña, pero una tarde temprana de invierno, a la hora del almuerzo, la mente vuela en la serenidad hecha paisaje y los pies te acercan a tus adentros, y camino al monte, camino a La Portilla, los pasos te conducen donde los problemas ya no existen, mientras Herreros de Jamuz queda atrás, satisfecho, feliz, observando, a otro pasajero del tren de los sueños adentrarse en los confines de la magia…

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Y si…

Mi mágico León: a las afueras de la Bañeza una tarde de paseo. León. Turismo rural y naturaleza limpia.

Brilla el sol

¿Y si todo cambiara de pronto?

Una eterna mañana de niebla en la que la incertidumbre y la frialdad se hacen dueñas del ambiente, y cuesta caminar y pensar en unos pasos más allá, porque la neblina domina las calles y sus siluetas, los campos y sus colores, y el horizonte ha desaparecido entre la bruma paralizante de la tristeza.

¿Y si todo cambiara de repente y donde antes hubo tinieblas ahora hubiera claridad, luz, sol? Significaría que lo mejor está por llegar, que bien está lo que bien acaba y que mientras haya perseverancia, sinceridad y lágrimas cargadas de sentimiento, el tiempo lo pone todo en su sitio.

Y si todo cambiara, descubriría que la vida sigue más allá de la misma muerte, y ya no tendría miedo, ni sentiría apatía o desazón, porque sabría que las grandes verdades están llenas de día a día, de constancia, de pasión, y no importa si hay nubes en el camino, charcos que conviertan la travesía en un lodazal a pedacitos o vallas que entorpezcan la libertad del caminante, porque con el esfuerzo del que cree en lo que hace, con el tesón del que lucha por lo que es justo, las cosas buenas llegan…

Llegan una detrás de la otra, sin prisa, pero sin pausa, como las visiones maravillosas de una tierra llena de colores, que engalana el paso del tiempo con el sonido colorido de las estaciones a su paso por los Picos de Europa, por el Bierzo, por Tierra de Campos, por la Bañeza…

Y si saliera a pasear, encontraría la luz del sol disipando las dudas, llenando, este mundo nuestro, de fe, de esperanza, de ilusiones, de amor.

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Flor

Mi mágico León: gladiolos en Valverde, de Curueño. Montaña Central Leonesa, León. Turismo rural.

La esencia interminable

Nadie es perfecto, cierto es, pero hay personas que, con sus defectos, llegan a ser tan amadas, tan queridas, tan entrañables, que si no son perfectas, tampoco importa demasiado.

Viene a ser algo así como la maravilla de las flores, cada una con su particular color y tonalidad, con su propio aroma, con pétalos de diferentes tamaños y formas, y cuando aparecen en cualquier sitio, incluso después de las asperezas angustiosas del invierno, llenan de amabilidad los paisajes por los que discurren las vidas de quienes poblamos este planeta.

Se me ocurren lugares como Valverde o Ambasaguas, con la imponente esencia de la montaña marcando su orografía, en un sitio más agreste, en otro más calmada, pero con la misma esencia impregnando las estaciones y sus designios.

Las flores y las personas, son tan diferentes, y sin embargo, algunos seres privilegiados asemejan su nombre y su vida al de las pequeñas damas coloreadas de bondad y armonía.

En cualquier lugar del Bierzo, hay flores. Escondidas entre los campos de cereales, allá en Tierra de Campos, las amapolas salpican de carmesí las llanuras verdes y doradas, en primavera, en verano,…

Y en paisajes como el de aquella Luz que permanece silenciosa y sencilla, reside la magia de aquella Flor que el invierno nunca marchitará, porque mientras haya una palabra de aliento y un abrazo cuando se necesita, habrá vida, habrá alegría, habrá esperanza.

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Mi castillo

Mi mágico León: castillo de Cea. Turismo rural y cultural, León.

El lenguaje de una mirada

En algún lugar del mundo hay una construcción pequeña, hecha de un material que parece que haya de desmoronarse en cualquier momento, y sí, es cierto, tiene sus cicatrices y heridas, aquellas que ya se cerraron y aquellas que siguen abiertas y tal vez tarden mucho en cerrarse, pero… ¿sabes qué? Mi castillo sigue en pie.

Dicen que la belleza está en el interior, y eso es algo que no sé si acabo de compartir, porque cuando algo o alguien es bello por dentro, termina siéndolo por fuera, pues no hay mejor adorno que una sonrisa en la cara, un recuerdo en el corazón o una lágrima sincera resbalando por la mejilla, ¿quién ha dicho que llorar es de débiles, de tristes, de vencidos? a veces, cuando brota del manantial del alma, es lo más hermoso.

Mi castillo es un lugar sencillo, que sigue existiendo aferrado a las buenas sensaciones, que no se esconde, a pesar del sol abrasador y de los rigores fríos del invierno, mi castillo sigue en su alto, olvidado por muchos, despreciado por otros que prefieren mirar hacia otro lado, con el convencimiento interno de que son un montón de piedras inconclusas que ya no sirven para nada, pero sirven, claro que sirven.

Sirven para seguir aguantando, para resistir ante el embiste cruento de los malos tiempos, sirven para demostrar que el tiempo pone las cosas en su sitio, y que después de una tormenta, al final, siempre llega la calma.

El Castillo de Cea es, de alguna manera, mi castillo, y el de muchos, lo sé, pero es mi castillo porque escondida entre las ramas, mirando desde fuera su estructura maltrecha y su fachada ajada, comprendo que no hay que rendirse, que hay que luchar por lo que uno quiere y ama, que lo que es justo, justo es, y que lo que tiene que ser, será.

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El legado de los siglos

Mi mágico León: en Tierra de Campos, al este de la provincia de León, está Cea y su castillo medieval. La entrada al castillo es libre. León. Turismo rural. Turismo Cultural.

Perseverancia

Érase una vez un lugar lleno de futuro, alzado sobre la planicie, sencillo y tranquilo, que disfrutaba de su existencia con el simple hecho de divisar la panorámica, que a sus pies el mundo rendía.

Érase una vez un castro, en la capital de los vacceos, que el tiempo convirtió en castillo; y llegada la Edad Media, los reyes hicieron protagonista de sus idas y venidas, de sus confabulaciones maliciosas y perversas, morando entre las paredes de su cuerpo lozano y fuerte.

Y así, aquella altitud sostuvo la silueta de unas piedras convertidas en castillo, con su torreón y su pozo, con su gran foso y el puente que, aquel castro convertido en castillo, llegó a ver a su vera allá por el siglo XI…

Pero el puente ya no está. La dejadez y el abandono han hecho mella en aquella regia fortaleza, le han despojado de la fuerza de sus vestiduras medievales, y parece haber llegado el fin.

Aunque, ¿sabes qué? Miro al viejo castillo y sólo puedo ver algo: esperanza y perseverancia. Puedo ver la valentía de unas piedras que siguen sosteniendo el legado de los siglos en cada grano que da forma a su cuerpo, y a su espíritu…

Porque en algún lugar de Tierra de Campos, hay un castillo esperando ser rescatado, con su fachada principal todavía en pie, cansada, sonriente y feliz porque piensa, cree, sospecha, que ha perdido muchas batallas, pero aún no ha perdido la guerra…

Cuenta contigo, conmigo, con nosotros. Nosotros somos su ejercito y lucharemos:

Por ti, por mí,… ¡Por el Castillo de Cea!

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No es poco

Mi mágico León: atardecer en algún lugar entre Santa María del Páramo y la Bañeza, en la provincia de León

Bendita luz

Atardece y no es poco.

No es poco sentir que el sol viste del gala el paisaje y nos recuerda que lo malo, con otro color, parece menos malo, que ya llega la noche y la calma se acerca, que los grillos cantan aunque se aleje el verano, cerca de las casas, lejos del frío.

Atardece con una rapidez lenta e intensa, aunque la vida diaria no lo quiera ver, aunque muchos se olviden… atardece.

En algún lugar entre Santa María del Páramo y la Bañeza, la serenidad aleja las ansiedades del alma, y el cielo regala sus colores, como siempre, en una provincia tan alta que se acerca a las mismas alturas del cielo.

Estoy aquí, lejos de ti, atardecer, en un día de oficina y luz de fluorescente. Estoy aquí, en esta habitación, en este rincón tan mío, pensando en ti, en tus colores, en las sensaciones que siempre provocas en mí, en las emociones que me produces, y sonrío…

A veces los días son duros, a veces, anodinos, pero siempre, siempre, hay algo que te hace sonreír, solo tienes que abrir bien los ojos, prestar atención, darle permiso a los oídos y caminar…

Hoy, una de mis sonrisas fuiste tú, atardecer.

Buenas tardes, buenas noches, buenos sueños llenos de la calidez de tu luz, León

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A la orilla

Mi mágico León: río Cea a su paso por Sahagún, en Tierra de Campos, en León

El paisaje de una poesía

Hoy fui a dar un paseo…

Me gusta pasear, en esas tardes de verano en las que el sol se concede una tregua para descansar sin desaparecer, y los rayos de su calor se tornan suaves y agradables.

Hoy fui a pasear, y resultó tan gratificante que, aunque despacio, aunque solitaria, caminaba con el pensamiento en ideas positivas, haciendo planes, buscando soluciones a lo que tiene solución, sin preocuparme, ocupándome en otro momento, pero ese rato ha sido para mí, para mi cuerpo, para mi mente, para mi alma,…

Hoy fui a pasear por ese río que recorre mis recuerdos cuando estoy lejos, y mis pensamientos cuando salgo a meditar junto a sus aguas, que humedece mis conversaciones cuando un alma amiga me acompaña…

Hoy fui a pasear y no estaba sola. Mientras yo paseaba por el Esla, Leyre paseaba por Sahagún y se acercaba al Cea, cada una con sus pies en algún momento, con sus recuerdos en muchos otros, y volvemos cada vez, a nuestros ríos, a nuestras ideas, a nuestros sentimientos hechos poesía en el discurrir del agua, en el discurrir del tiempo, en cada letra que escapa de un corazón, que como siempre, ama León.

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Desde Málaga

Mi mágico León: hijas de Antonio en Quintana y Congosto, en León. Turismo rural.

Recordando desde el cariño

-«Necesito pensar, escudriñar tu corazón y encontrar lo que esconde»-, eso es lo que le dije, y así fue.

Con una canción de fondo, una canción en inglés que habla de cosas muy similares, me puse a pensar, cerré los ojos un momento, y en seguida me puse a sonreír…

Desde Málaga hay siempre un recuerdo cargado de infinitud de recuerdos, de palabras calladas en el silencio de una mente que no es capaz de contar lo que siente, quizá prefiera demostrarlo con insistencia y perseverancia, buscando el relato que hable de paseos en bici, en moto, o a pie, pero con la chaqueta no muy lejos, siempre…

Desde Málaga se alza el recuerdo de los sentidos, del gusto y el olfato que hacen la boca agua cuando la palabra cecina se aparece en la mente, ¡y si sólo fuera cecina! la cecina, el chorizo y la ternera de Filiel, el jamón de Esteban de Torneros de Jamuz,… que fíjate cómo son las cosas, al principio resultaba muy fuerte y ahora… hasta tierras andaluzas llega la intensidad de su sabor.

El buen comer, el buen beber, las ancas de rana de LaBañeza y el vino del Bierzo, y hubo un tiempo en que, en los bares de Quintana y Congosto no ponían aperitivo, un día empezaron poniendo cacahuetes y al final, tapas de cocina, mmm… ¡callos! ¡y qué callos! como para comer uno en casa, ¿verdad, Antonio?

Desde algunos kilómetros más allá, desde la lejanía cercana del sur, a veces, se escapa el deseo de salir a por setas y pasear abrigado en las tardes frías, cuando el calor sólo se encuentra en casa y las estrellas brillan en la frialdad limpia del ambiente celestial, y entonces, regresar al hogar con la cabeza fresca y el bigote congelado, respirando ese aire tan bueno que tanto se echa de menos..

Misión imposible, ¿verdad? Definir Quintana y Congosto en una sola palabra es imposible sin dejar matices en el tintero, pero se me ocurre una frase para no dejar matiz alguno por sentir, esta frase, tu frase: -«Disfrutar de los coloretes que tenían mis hijos, lo sanos y felices que fueron»-.

Porque Quintana y Congosto es uno de esos lugares en los que ser feliz no es difícil… ¡Bienvenido, Antonio!, siempre bienvenido a Quintana y Congosto.

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