Archive for Lugares de ensueño en las profundidades de España

Girasol

Mi mágico León: girasoles en Cifuentes de Rueda. León.
Al calor del amor

A campo abierto, donde las montañas dibujan los límites en el horizonte, a veces sopla en viento y se lleva los malos humos.

A campo abierto, donde los cultivos pueblan la tierra y aparecen el trigo y las pacas, también hay alfalfa y girasoles, llenando de colores brillantes el paisaje, llenándolo de vida y alegría.

Y en la cercanía, en vecindad con las casas de los pueblos, existe un universo que muchos no ven, un universo que perdieron de vista cuando la inocencia de su mirada de niño, de niña, se perdió en la maldad de las mentiras y las envidias.

Las tierras se revelan, y las abejas, que polinizan las primaveras y los veranos, construyen y endulzan los estampados coloridos que dan paso a las peras y las manzanas, a las guindas, cerezas y ciruelas.

Miel, ¡qué rica está! y qué listas son sus cocineras, que desde el cercano Valdealiso se escapan a Cifuentes en busca del rico néctar de los girasoles. Son selectas. Otras se decantan por el brezo, pero algunas, de exquisito paladar, seleccionan bien su cosecha y recolectan allá donde el azul limpio del cielo contrasta con el amarillo de las flores que pueblan la tierra.

Y entre idas y venidas por los caminos, siguen maravillando los girasoles, que ponen su mirada en lo bueno, obviando las habladurías malintencionadas y brillando en todo su esplendor. Porque la verdad solo tiene un camino y digan lo que digan, un girasol siempre será un girasol.

Al calor del amor, siempre lucirá el girasol.

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Adiós

Mi mágico León: atardecer de verano en Cifuentes de Rueda. León. Turismo rural.
Adiós

-«Adiós, pajarillo. Adiós.»- Musitó la ardillita. -«¡Qué corto fue tu cantar y qué largo tu silencio!»-

Un día, paseando con una amiga en la distancia, una ardillita escuchó el bisbiseo desconocido de un pajarillo conocido. -«¡Anda! ¿Cómo tú por aquí, abubilla?»-

-«Salgo por estos lares muy a menudo»- contestó la abubilla.

-«¡Ah, sí! Yo también, pero yo camino, salto, y contemplo paisajes espectaculares, aunque no vuelo.»-

-«¿Me enseñas a caminar?»- preguntó la abubilla con mucho interés.

– «¿Quieres? Si quieres yo te enseño.»-

-«Me gustaría, pero tengo dos patitas, no sé si sabré.»-

-«¡Por supuesto que sabrás!»-

Y fue así, de la manera más casual, como la ardillita y la abubilla empezaron a ser amigas. Se habían visto antes, ya se conocían, pero no se conocían.

Tarde tras tarde, como si de una historia de dragones y mazmorras se tratase, la magia fue abriéndose camino, y la abubilla empezó a convertirse en ardillita: sus alas empezaron a tomar otra forma.

-«¿Qué dice tu familia de que salgas a pasear conmigo? ¿No se enfadan?»- preguntaba la ardillita con cierta inquietud, pues la abubilla se estaba transformando, y era visible a todas luces.

-«No, no se enfadan. Algún bromista me toma el pelo, otra sabe que eres importante para mí y poco más.»-

-«Me alegro»- decía la ardillita feliz al ver al pajarillo escalar cada vez más alto, y descubrir paisajes maravillosos sin perder el contacto con la tierra, a través del árbol, y de las ramas, claro está, con la mirada puesta en el horizonte y el aire revoloteando entre las hojas, con la libertad de saltar de rama en rama, de árbol en árbol, de sueño en sueño.

-«No dejes de volar»- decía la ardillita, -«no pierdas tu esencia, vuela con el aire limpio, aléjate de la contaminación y la negritud.»-

Y la abubilla era feliz, y la ardillita también.

Entre el cariño de las cosas bonitas, se descubrían y querían. A plena luz del día, seguían compartiendo historias, construyendo una amistad divertida y bonita, muy bonita.

Ocurrió que una noche, como si de una historia de miedo se tratara, la abubilla no pudo volver al nido.

-«¿No puedes entrar?»- preguntó la ardillita compungida.

-«No me dejan. Han trancado desde dentro y mi llave no funciona.»- Se lamentaba la abubilla con la voz quebrada en angustia y tristeza; y enfado, también enfado.

Un carámbano de hielo, en pleno verano, atravesó el corazón de la ardillita. -«¿Cómo pueden dejarla fuera del nido? Las abubillas se cuidan entre sí.»- Pensó.

La ardillita no pudo ver sufrir a la abubilla y le hizo un hueco en su madriguera. -«No es un nido, es una madriguera, no sé si estarás cómoda, pero aquí estarás segura. No te pasará nada.»-

Con la luz de la mañana, la oscuridad de la noche se esfumó, pero dejó un paisaje diferente. El sol no brillaba igual. ¿Qué estaba pasando?

A lo lejos se escuchó cantar al cuco. -«¿Cucú?»- pensó la ardillita. -«Así no cantan las abubillas».

La abubilla marchó. Sin previo aviso. Con un -«te quiero»- sonando en su cantar.

Y la ardillita confió.

Desde aquel día se escuchó graznar y grajear, ulular, chillar y trisar, pero el cantar de la abubilla había desaparecido.

Miedo, sentía miedo. La ardillita no entendía. -«¿Le habrá pasado algo?»- Pensaba con desazón.

A lo lejos, muy lejos, notó que la estaban vigilando, desde el mismo árbol donde habitaba la abubilla, pero, ¿era ella?

Al fin, se armó de valor, y con mucha cautela y mimo, se atrevió a llamar a su amiga. No hubo respuesta.

Pasaron los días y desde el nido de la abubilla llegaron noticias: -«Cucú»-.

La abubilla vivía con cucos.

Ahora todo tenía sentido: jamás permitirían que el pajarillo descubriera que no era de su misma estirpe.

Mucha tristeza recorrió las entrañas de la ardillita. Lloró mucho por su amiga, con la pena de saberla cautiva entre mentiras y engaños, con la certeza de saber que, difícilmente, escaparía de aquel nido lleno de falacias y trampas.

Y después de la tristeza, llegó la calma, y poco a poco volvió a sonreír.

Sabiendo, recordando, que, en algún momento del tiempo, la abubilla aprendió a caminar, y contempló paisajes que nunca había observado.

Sabiendo, recordando, que los pardales, las golondrinas, los vencejos, y hasta las cigüeñas, los gavilanes y las gallinas saben cómo son las ardillitas.

Sabiendo, recordando, que después de la noche, por larga que sea, llega el amanecer, y la claridad vuelve a iluminar el mundo.

Sabiendo y recordando, que no hace falta que el resto del mundo lo entienda, porque en Mi mágico León, las ardillas y las abubillas pueden quererse y respetarse, aunque los cucos no lo entiendan.

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Refugio

Mi mágico León: cámara de fotos de Emily Pérez Cela. León. Turismo. Paisajes espectaculares.
Clavadas en la retina

No dejo de pensar en ti, mientras emociones diversas recorren mis entrañas y se pelean entre sí, no dejo de pensar en ti.

No dejo de pensar en mentes perversas y situaciones extrañas, en silencios hirientes ensuciando el brillo de las cosas bonitas, de tardes paseando a la luz de la primavera, a la luz del verano, de confesiones y abrazos cariñosos, de miradas dulces y pensamientos en voz alta.

Dudas y más dudas que avivan ansiedades y preocupaciones, se agolpan en la mente y el corazón, y al fin, no queda otra que ponerse a salvo, que resguardarse de vigilancias incomprensibles, de oteadores callados que adormecen el dolor en el sabor ahumado de la amargura, de revoltijos de estómago y lágrimas resbalando por las mejillas.

No dejo de pensar en ti y, al fin, vuelvo al lugar de la magia y el sosiego, de los pensamientos al aire y el frescor de la mañana acariciando la suavidad de mi tez recién levantada.

Fotografías, fotografías llenas de sonrisas, de paisajes verdes y pajarillos en el cielo, de recuerdos que no voy a borrar, porque elijo no hacerlo, porque forman parte de mi vida, y esos trocitos, esos instantes atrapados en una imagen son míos, y tuyos, tuyos también, pero solo míos.

Fotografías que van conmigo, en mi mente y mi corazón, trocitos de ti guardados en mí…

Y también tú me tienes contigo: aunque a veces no te des cuenta, mis palabras resuenan en tu mente, y en tu corazón, también en tu corazón, y de ahí no voy a salir.

Momentos mágicos poblados de calma y de quietud, de cariño creciendo en el brillo de esos ojos que no dejan de mirarse.

No se puede tapar el sol con un dedo, ni la magia del Reino con las negritudes de la maldad.

No se puede tapar el sol con un dedo, ni confundir eternamente a quien ya ha visto la luz.

Desde tierras cazurras hasta tierras charras, hay un lazo rojo que algunos sienten pero la mayoría no ve. Magia se llama.

Magia, como la magia que habita en mi refugio, como la magia que salpica Mi mágico León.

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Sin raíl

Mi mágico León: pedacito de mi huerta en Cifuentes de Rueda. León.
Próxima parada…

Hoy me he puesto a pensar. No lo esperaba, pero así ha sido.

Me he puesto a pensar en ti, que sigues tan y tan dentro de mí, y… ¿sabes qué? Que te sigo echando de menos. Mucho. Muchísimo.

Hoy me he puesto a pensar en ti porque sigues guiando mis pasos con tus palabras cariñosas y esa sabiduría tan de pueblo, tan de ciudad, tan llena de astucia y trabajo, mucho trabajo, y reflexión, aprendizaje y valentía, porque hay que tener valor para escuchar la voz de una niña mayor que te dice las cosas claras en un mezcla de honestidad y arrojo, sin calcular mucho las consecuencias, con la confianza de saberse en lo cierto.

Hoy me he puesto a pensar en ti, porque me escucho repitiendo tus palabras en el sonido de mi voz, porque la vida te pone personas en el camino y, ¡oh, sorpresa! algunas tienen la sangre del Reino corriendo por sus venas, y hay sintonía, como sucede con la gente buena, que no entiende de edades y diferencias para querer y dejarse querer.

Y así, cual tren de larga distancia, recorrer la geografía de la vida, disfrutando de las alegrías, atravesando las tristezas; camino a la próxima estación con la sonrisa en los labios y la franqueza en la mirada, con el alma limpia y las ganas llenas, regresando una y otra vez al maravilloso y mágico León, a la huerta y el manzano, a la cocina de horno que sigue en pie, abrazándome con su presencia por el simple hecho de estar ahí.

Mi querido y mágico León… donde los pájaros llenan el cielo de sintonías y las flores pueblan los frutales.

Y así, cual tren de mercancías, lleno de frescura y picardía, inteligencia, ternura y creatividad, así, dibuja su camino el galán colibrí, reflexionando y sorprendiéndose a cada aleteo, descubriéndose y saboreando el polen que no esperaba.

Así, cual locomotora cargada de sueños, cual florecilla silvestre en primavera, sigue la niña guapa que tanto te quiere, y te querrá, porque…

Sin ti, no existiría la magia que anida en Cifuentes.

Sin ti no habría el aroma de Mi mágico León.

Y, sin ti, mi querido gran amor, no pensaría en el Shangai y el hollín del carbón entrando por la ventana en aquellos túneles eternos.

Sin ti, mi querido gran amor, no recordaría que, aunque a veces lo bueno tarde, también llega.

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Prenda

La eterna magia del atardecer

Llevo días pensándote, escuchando tu voz suave y cariñosa al otro lado del teléfono, recordando tu cariño en forma de pequeños regalos, como ese anillo que adorna mi mano y que durante tanto tiempo ha acompañado mis andares por este mundo.

Llevo días sintiéndote, mi prenda, sabiendo que te voy a echar de menos siempre, y sin saber cómo escribirte, cómo trasladar tantas emociones a un trocito de papel que lees desde allí, porque siempre estás vigilante, preguntando por cada una de tus personas queridas, cuidando desde lejos, porque desde cerca no podías.

Se acerca Navidad y te tocó marchar, al encuentro del Niño Dios, que hoy vuelve a nacer en los corazones buenos, llenos de gracias, de mercedes que derramar sobre el mundo.

Te voy a echar de menos, como se extrañan las puestas de sol de verano, que bañan de colores el cielo y salpican de calidez los paisajes.

Te voy a echar de menos, preciosa, como se añoran los sueños no cumplidos y los recuerdos que no llegaron a fraguarse, porque siempre estabas en mis planes, y voy a echar de menos que lo sigas estando.

Te voy a llevar conmigo, ¿sabes? Como te llevo desde siempre, con tus palabras y caricias tatuadas en el alma, con las huellas de tus besos protectores en mis mejillas de niña, con los caprichos concedidos y esa sencillez maravillosa de la que haces gala.

Te voy a llevar conmigo como llevo a los amores de mi vida, grabados en el alma, en los más profundo de mi ser, en un lugar donde ni el tiempo ni el olvido pueden acceder, en un rincón donde solo tienen cabida las cosas bonitas, y sexys, muy sexys, pizpiretas, alegres, divertidas, placenteras…

Te voy a llevar conmigo de excursión, tita, ¿vienes? Yo sé que sí.

¡Ven! Que te voy a enseñar un mundo lleno de atardeceres eternos y amaneceres al canto de las golondrinas, de mañanas llenas de luz y corzos merodeando por la Cuesta, oyéndose desde el corral…

Te voy a llevar a mi lugar mágico, donde siempre estáis, donde el tiempo pasa suave, delicado, silencioso, respetando las siluetas de otros tiempos, donde las cosas siguen en el mismo lugar que se posaron, donde el cielo es azul intenso y la tierra verde brillante, donde el presente y el pasado se abrazan, donde las nubes son de algodón y las cerezas del color de la pasión.

Te voy a llevar a Cifuentes, tita, y cuando vuelva, volverás conmigo, porque allá donde vaya yo, también vienes tú: mágica, preciosa, eterna… como el amor, que cuando es sincero, no entiende de muertes ni olvidos, porque más allá del cuerpo, está el alma, y más allá del horizonte: Mi mágico León.

Mágica, preciosa, eterna… siempre tú.

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Me apetece

Mi mágico León: atardecer de primavera en Cifuentes de Rueda. León.
Quererte

Hoy me apetece, me apetece escribir.

Así, como en un arrebato, como en esas ganas de salir corriendo y saltar para tocar las estrellas, aunque estén tan lejos que parezcan inalcanzables, pero me apetece…

Me apetece escribir mientras las lágrimas escapan de los ojos y siento esa frialdad erizando las partículas de mi piel, y esa tristeza suave que se encarama a mi sonrisa medio dibujada.

Hoy me apetece escribir, como apetece un chocolate caliente en el abrazo del frío del verano desaparecido, como llega diciembre trayendo el invierno, como se desvanecen las ilusiones al compás de los segundos…

Me apetece escribir, como apetecen las miradas a media luz y las sonrisas cómplices, los paseos a media tarde y la tranquilidad de sentirse en casa.

Me apetece escribir al calor de la chimenea, con la lumbre crepitando y llenando el corazón de paz, mientras la nieve cae fuera y adorna el paisaje pero sin herir el alma, sin dañar las ilusiones, sin congelar las emociones.

Me apetece escribir, y recorrer tus caminos, mi mágico Cifuentes, mi rinconcito bello del mundo, el lugar donde anidan mis sueños, donde viven mis fantasías, donde todo es posible y hasta las estrellas se alcanzan con la punta de los dedos.

Me apetece escribirte y pasearte desde aquí, porque siempre eres mi refugio, mi rincón mágico habitado por flores, árboles y sueños, repleto de pasado, presente y futuro.

Hoy me apetece quererte.

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Al otro lado

Mi mágico León: atardece en Cifuentes de Rueda. León.
Travesuras mágicas

Escuchar una voz al otro lado del teléfono y sentir… sentir que hay cosas que no se ven, se sienten.

Acariciar una fotografía con la mirada y descubrir ese cariño enraizado en un amor atemporal y eterno, como las canciones que no pasan de moda, porque es el alma quien las canta…

Una mirada, un recuerdo, unas ganas de estrujarte enormes, de chincharte con mis cosas, con mis travesuras de niña pequeña por las que siempre sacas la cara, defendiendo lo indefendible… pero con tu escudo, no hay ataque que pueda alcanzarme.

Una mirada, un recuerdo, una isla… un rincón pequeño en el planeta y mi corazón en el aire, anhelando escuchar tus palabras diciendo mi nombre…

Más allá de la razón y el olvido, más allá de los relojes que marcan el paso del tiempo, allá, más allá, estás tú, mi hogar cariñoso, con la comida recién hecha y esas prisas por cuidarme que nunca se pasan.

Te echo de menos, ¿sabes? Con esa sensación extraña que inunda cada pedacito de mi ser, con ese sentimiento bonito que a ratos duele, porque tengo ganas de verte, y de achucharte, y de escucharte decir cualquier cosa, lo que sea, pero escuchar tu voz.

Te echo de menos y, cuando menos lo espero, aparecen señales en el aire, iluminando la oscuridad triste de tu niña pequeña, que se ha hecho grande, pero quiere seguir siendo tu niña.

Tu niña, quiero seguir siendo tu niña, esa niña divertida y traviesa que te llena de orgullo y paciencia, porque conmigo hay que ponerla a prueba, ¿verdad?

Quiero seguir siendo tu niña, e ir a la playa y cantarle a tu isla, cantarte a ti, para que escuches mi voz fundirse en el aire y traspasar las puertas a otras dimensiones…

Y así, a través de una rendija, sonriente y henchida de orgullo, estarás viendo a tu nieta, querida abuelita, porque cuando la magia inunda el paisaje, las fronteras se difuminan, y no importa si es León, Tenerife o la Gomera, solo importa la magia.

Magia… como la que inunda cada rincón del planeta cuando el astro rey dibuja sus atardeceres en tierras del mágico León.

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Pasito a pasito

Mi mágico león: huellas de pájaro en Villacidayo. Ribera del Esla. Invierno. Tierras de Rueda. León.
Saltito a saltito

Poco a poco, paso a paso, así va avanzando la vida, sin prisa, pero sin pausa.

Pasito a pasito, aunque a veces haya que permanecer inmóvil, expectante, observando el mundo girar sin apenas movimiento, sin paisajes cambiantes ni voces diferentes… Así avanza el invierno.

Pasito a pasito, saltito a saltito, como ese pajarillo que sale a buscar sustento en un medio pintado de blanco, salpicado de escarcha cada amanecer, donde las oportunidades parecen escasas y, sin embargo, ahí están.

Uno a uno, como los pueblos que adornan la geografía leonesa, pequeños, aislados, recogidos en el calor a la vera de la lumbre, al resguardo del frío que reina en el exterior, resguardados al cobijo de las chimeneas humeantes mientras los animales merodean sus contornos y hasta corzos, zorros, tejones u osos, se acercan a husmear no muy lejos del ser humano.

Poco a poco, paso a paso, así va avanzando la vida… e igual que una nevada cae de repente y cambia todo el paisaje, de la misma manera un día el sol brilla con más fuerza, los días se hacen más largos y el invierno da paso a una explosión de primavera.

Mientrastanto, toca disfrutar del invierno y sus detalles, de las huellas de sus habitantes en su aliento blanco, de las tardes eternas al calor del amor, al candor de la trébede, a la calidez de la tradición que sigue viva en ti, en mi, en ese pueblo al que tanto quieres: junto al Curueño, junto al Esla, junto al Teleno o al Pico Yordas

El invierno abrigando esa pequeña patria que tanto se quiere, como Villacidayo, como Cifuentes, mi Cifuentes de Rueda.

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Recolocando

Mi mágico León: Filomena deja frío en España. Cencellada en Cembranos. Frío en León
La frialdad más triste

Cuando el frío reina en el ambiente, todo se cubre con su áspero sabor, y el verde es casi gris, la vida parece llegar a su fin, y ya no se distingue la alegría colorida que en otros tiempos dominó el mundo.

Cuando la niebla deja escarcha, la escarcha se adhiere a ramas y hojas, y las flores ya no existen, solo existe el esqueleto de lo que en algún momento fue frondoso, poblado, rico en colores y olores, y parece que es el fin, que no hay un mañana, que aquello que ahora existe, es el final de la historia.

La vida está llena de momentos, de historias entrelazadas que se cruzan en nuestro camino, por algún motivo, aunque no siempre sepamos por qué, para qué… no sé, pero por algo es.

Los paisajes están llenos de luces, de tonalidades, de emociones transmitidas en ese algo intangible que une los corazones, que te hace vibrar, que te hace soñar, que pinta de magia las miradas y de serenidad las penas, de alegría las palabras de un niño, y de amor el corazón de una madre.

Los paisajes están llenos de fantasías hechas realidad, y de esa chica que se pregunta el por qué de tantas cosas, y no hay respuestas que apacigüen el alma y den sentido a tanto dolor.

Los paisajes están llenos de realidades hechas fantasía, y de respuestas que están por llegar; respuestas que no llegaron, respuestas que se hacen de rogar… aún no llegan, todavía no, pero vendrán, ¡claro que vendrán!

Llegarán sin prisa, pero sin pausa, llegarán con ganas y con entusiasmo, como la primavera, que después de este largo invierno, de Filomena por fuera y Filomeno por dentro, de vendavales y nevadas cargadas de frío y de tristeza, arribará como un barco que llega a puerto, después de una larga travesía.

Cuando el frío reina en el ambiente, también hay nieve y cristales congelados en los charcos, en los lagos y manantiales.

Cuando el frío reina en el ambiente, también hay chimeneas y hogueras prendidas en el hogar.

Cuando el frío gobierna el mundo, en Cembranos hay una casa llena de amor y cariño, llena de niños correteando, y de personas que se quieren y respetan.

Cuando el frío domina el mundo, también hay tiempo para pensar, para recolocar emociones y sentimientos, recuerdos y vivencias, situarlas en el lugar que corresponde, hacer limpieza profunda y disfrutar del camino, porque lo bueno, aunque tarde, también está por llegar.

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Pensando

Mi mágico León: huerta en Cifuentes de Rueda. León.

Coraje

No dejo de pensar en ti, no, no dejo.

No dejo de pensar en esos planes que ahora se han visto parados, que se mantienen a la espera de volver a ser reemprendidos.

No dejo de pensar en ti, y a veces me enfado, y otras me conformo, ¿y sabes qué? a veces, también a veces, siento esa fuerza en el estómago que me dice: -«¿Rabia? Rabia no, ¡coraje! Coraje es lo que hace falta para poner las cosas en su sitio, para aprovechar las circunstancias y no desistir, para no perder el foco en la meta a lograr.»-

Sin prisa pero sin pausa, ahí voy: sin prisa pero sin pausa, con las cosas claras y las ganas a todo gas, reemprendiendo proyectos que tenía aparcados, cosas de tiempo…

Y aquí, lejos, cerca, sin dejar de pensar en ti, grito a los cuatro vientos que el manzano sigue floreciendo, y el peral, y el guindo también, que voy a recoger el fruto, y no voy a permitir que nadie más vuelva a recogerlo por mí.

Aquí lejos, cerca, sigo pensando en ti, y ¿sabes qué? Esta vez va a ser diferente.

Empezar es lo que más cuesta. Yo ya hace tiempo que empecé: empecé a transformar sueños en proyectos, y proyectos en metas, y metas en objetivos, a corto y a largo plazo.

Hace tiempo que lo tengo claro, Cifuentes, y no voy a permitir que la primavera se me escape y, aunque sea en junio, seguirá siendo primavera.

Cifuentes de Rueda, León, no olvides, recuerda, siempre recuerda, que lo bueno se hace esperar.

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