Entre el cielo y las montañas, en contacto directo con una naturaleza pacífica y tranquila, se encuentra un pueblo tan de montaña leonesa, que se respira autenticidad en cada uno de sus rincones.
Más allá de la belleza de Carande y Riaño, siguiendo camino hacia las alturas impresionantes de la Cordillera Cantábrica, vas sumergiéndote lentamente en el discurrir del paisaje y las montañas desnudas se muestran como siempre han sido: imponentes, fuertes y reales, aunque a veces parezcan ser un espejismo y formar parte de sueños que nunca imaginaste tan cerca…
En el Puerto del Pontón, impregnado con la majestuosidad sencilla de los maravillosos Picos de Europa, hay un pequeño pueblo lleno de encanto, en el que las prisas y las presiones no existen, tan sólo los sonidos de un entorno plácido y sereno que se combina a la perfección con el deseo del visitante…
Cae la noche, y con aquel cielo cargado de brillos diminutos que llenan de magia la infinidad del firmamento, parecen oírse sonidos celtas que vienen de no se sabe dónde, y sin saber muy bien porqué pareces intuir que algo de aquel pueblo bravo debió morar por aquellos lares…
Cae la noche, y con ella, escuchando los espíritus de la naturaleza dar rienda suelta a sus cánticos nocturnos, dejas volar la mente y te encuentras recordando lo que algún día aprendiste…
En la maravilla de los Picos de Europa, está Oseja de Sajambre, y allá por el 999 aparece su nombre escrito cuando los condes leoneses de Flainez entregaron la iglesia de Santa María de Oseja y sus propiedades al importante Monasterio de Sahagún.
Más de mil años… más de mil años entre montañas, entre nieves de inviernos blancos y verdores de veranos soleados, más de mil años de gentes habitando sus casas y visitantes caminando sus calles, más de mil años y Oseja de Sajambre sigue ahí, como si nada, viviendo con valentía su montaña leonesa.