Archive for junio, 2010

Un milenio entre montañas

Mi mágico León: en el Puerto del Pontón, en los Picos de Europa, en la provincia de León está Oseja de Sajambre. León. Turismo.

Más de mil años entre montañas

Entre el cielo y las montañas, en contacto directo con una naturaleza pacífica y tranquila, se encuentra un pueblo tan de montaña leonesa, que se respira autenticidad en cada uno de sus rincones.  

Más allá de la belleza de CarandeRiaño, siguiendo camino hacia las alturas impresionantes de la Cordillera Cantábrica, vas sumergiéndote lentamente en el discurrir del paisaje y las montañas desnudas se muestran como siempre han sido: imponentes, fuertes y reales, aunque a veces parezcan ser un espejismo y formar parte de sueños que nunca imaginaste tan cerca…  

En el Puerto del Pontón, impregnado con la majestuosidad sencilla de los maravillosos Picos de Europa, hay un pequeño pueblo lleno de encanto, en el que las prisas y las presiones no existen, tan sólo los sonidos de un entorno plácido y sereno que se combina a la perfección con el deseo del visitante…  

Cae la noche, y con aquel cielo cargado de brillos diminutos que llenan de magia la infinidad del firmamento, parecen oírse sonidos celtas que vienen de no se sabe dónde, y sin saber muy bien porqué pareces intuir que algo de aquel pueblo bravo debió morar por aquellos lares…  

Cae la noche, y con ella, escuchando los espíritus de la naturaleza dar rienda suelta a sus cánticos nocturnos, dejas volar la mente y te encuentras recordando lo que algún día aprendiste…  

En la maravilla de los Picos de Europa, está Oseja de Sajambre, y allá por el 999 aparece su nombre escrito cuando los condes leoneses de Flainez entregaron la iglesia de Santa María de Oseja y sus propiedades al importante Monasterio de Sahagún.  

Más de mil años… más de mil años entre montañas, entre nieves de inviernos blancos y verdores de veranos soleados, más de mil años de gentes habitando sus casas y visitantes caminando sus calles, más de mil años y Oseja de Sajambre sigue ahí, como si nada, viviendo con valentía su montaña leonesa.

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La noche templaria

Mi mágico León: en el Bierzo, Ponferrada y su castillo de los Templarios, en León.

La mágica nocturnidad templaria

  

Llega el solsticio de verano, y con él, la noche más corta del año abre la puerta a un mundo mágico en el que xanas, trasgos, gnomos y todo tipo de criaturas mágicas dan rienda suelta a sus hechizos y encantan con su chispa y picardía la noche de muchos…      

Llega el solsticio de verano, y con la primera luna llena del mes de julio, la magia del misterioso Bierzo envuelve Ponferrada, y la historia deja de ser historia y se convierte en presente…      

Los astros se confabulan con la resplandeciente reina luna, el reloj da marcha atrás, y de pronto, nos encontramos sumergidos en plena Edad Media, cuando una ciudad coronada por un castillo, espera la llegada de los caballeros de la Orden del Temple, que a caballo entre lo espiritual y lo humano, considerando siempre la importancia de la naturaleza y las energías que de ella emanan, buscaron enclaves en los que confluyeran creencias celestiales y esotéricas, física, alquimia… y en la belleza sin fin de un  paisaje peregrino y misterioso, encontraron la maravilla de un castillo, el Castillo de Ponferrada.      

La luna llena corona el firmamento, en los montes reina un silencio espectral, y, como si el tiempo no hubiera pasado, aparece el Maestre de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, Frey Guido de Garda, que retorna para sellar un pacto de eterna amistad con la hermosa Ponferrada, y entregarle, en custodia, los tesoros traídos de las cruzadas en la lejana Tierra Santa: el sagrado Arca de la Alianza y el cáliz de la última cena, el Santo Grial.      

Aquella mágica noche todo cambia, y los ponferradinos que, horas atrás, vestían prendas actuales, en aquel momento portan ropajes medievales, dando vida a una realidad olvidada en centurias pasadas…      

Han pasado los siglos y la imponente silueta militar, con sus torres y sus almenas, sigue en lo alto de la colina que un día la vio levantarse en las alturas, y al llegar la comitiva al castillo, rompe una voz diciendo:      

-«Yo, Guido de Garda, Maestre de la fortaleza de Ponsferrata, comprometo a todo el pueblo de Ponferrada para que vuelva cada año a renovar este compromiso festivo con su historia y su leyenda hasta que el tiempo llegue a borrar la línea del horizonte.»-      

Y el cielo se ilumina, se llena de colores alumbrando la nocturnidad y comienza la fiesta con manjares y brevajes que celebran la eterna alianza entre aquellos monjes guerreros y las gentes de Ponferrada.

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La Peña con Agua

Mi mágico León: en la montaña oriental leonesa está Peñacorada. León.

La belleza sublime de la Peña con agua

  

Una montaña hermosa, y a su alrededor, pueblines llenos de encanto, de un encanto especial y fresco, muy fresco.  

Una montaña cargada de vida y de agua, envuelta siempre en una belleza norteña que la llena de majestuosidad y naturaleza.  

Una montaña elegante, y a sus pies, Cistierna, La Mata de Monteagudo, Robledo de la Guzpeña…  

En la montaña oriental leonesa está el lugar en el que la vida humana se funde en un abrazo sin fin con paisajes cargados de verdor y animales escondidos en la espesura de los bosques.  

En la montaña oriental leonesa hay una Peña cargada de agua, de fuentes de agua limpia y transparente, de fuentes de agua fresca y saciante…  Fuente Colorada, Fuente de los Pastores, Fuente de la Cueva del Moro y el propio Fuentes de Peñacorada rinden homenaje al apellido Corada de esta Peña, en la que el agua es la protagonista.   

Remontando el tiempo dos milenios atrás, encontramos en Peñacorada el hito suroeste de la antigua Cantabria, limitando con los astures y vacceos que poblaron su geografía.  

Y divide su magnitud, la cuenca del Cea y del Esla… y no sé qué será, si la grandeza de su semblante adornando el paisaje desde la lejanía  o la pequeñez de sus detalles conformando una geografía propia y particular, pero como dice la sabiduría popular «algo tendrá el agua cuando la bendicen», así que si alguna vez tienes sed, sed de aventura y descubrimiento, sed de naturaleza y tradición, de frescura, religión y gastronomía… y quieres beber, recuerda que más allá de las iglesias, casas, pueblos y ermitas que salpican aquella orografía que tanta historia, secretos y rincones esconde, hay mil y un paisajes que descubrir, mil y una sendas que recorrer, y mil y una experiencias que vivir.  

Y si a lo lejos la ves nublarse, recuerda que, como decía la querida madre de Albina: -«Cuando Peñacorada se pone la toca, la ribera del Esla se moja»-.

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Galopando en la leyenda

Mi mágico León: en la montaña leonesa está la comarca de Babia, el hogar del mítico Babieca del Cid Campeador.

Babieca y su lares

  

Más allá de las montañas y los llanos, sumergida en tiempo de Medievo, se fragua la leyenda de un caballero, de un conquistador dispuesto siempre a batallar en busca de la victoria.  

Más allá de los siglos, remontados a tiempos de Reconquista, nace la historia de un noble que a lomos de su caballo, galopó grandes distancias haciendo suyo un territorio usurpado siglos atrás.  

Cuenta la tradición que a mediados del siglo XI, descendiente de noble familia leonesa, hijo de don Diego Flaínez y nieto de Rodrigo Álvarez de Asturias, nace el que llegará a ser conocido entre árabes como «el Señor», don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador.  

Con solo pronunciar el nombre de tan ilustre caballero, acuden a la mente historias de batallas sin fin, de guerras y conquistas, de distancias enormes recorridas… ¡recorridas a caballo!  

Un caballo… ¡qué hermoso animal! ¿verdad? Sea del color que sea, no importa el origen, todo caballo presenta un aspecto entre orgulloso y manso, siempre bello, lleno de elegancia y bravura… un caballo…  

Y ¿qué sería de un caballero sin su caballo? no sería, sería hidalgo, sería señor, sería noble tal vez, pero nunca caballero.  

Más allá de las  montañas y los llanos, de los valles, los ríos y los siglos, está la tierra hermosa, fuerte y brillante que vio nacer al héroe hípico de las cruzadas del Cid Campeador: Babia.  

Trasladado al disipado horizonte de la Alta Edad Media, encontramos un caballo fuerte y resistente, un caballo ágil y elegante, y con un nombre que recuerda un origen gravado a fuego en el espíritu libre y poderoso de la raza asturcona: Babia.  

Envuelto en belleza singular, en frío, nieve, cascadas, ríos y arroyos; rodeado de verdes praderas, soleados días y frescos amaneceres, vio la luz por primera vez, aquel caballo de leyenda que muchos no saben qué origen otorgar, mas conociendo las hazañas de aquel noble caballero y su fiel compañero, es fácil imaginar de dónde pudo salir tan bravío acompañante.  

Con un legado que asciende dos milenios atrás, Babieca es el símbolo de una raza pura, alojada en las montañas, sabia y poderosa que no ha claudicado jamás ante el avance de las invasiones y la modernidad.  

Recorriendo los montes, entre los coloridos bosques y sus claros, vestido de negro azabache, irradiando belleza por doquier, las montañas albergan la elegancia apacible y sorprendente de un caballo de largas crines y robustas patas, un animal mítico y real que tal vez puedas contemplar atónito, rodeado de naturaleza y grandeza de ensueño, un día cualquiera recorriendo los rincones de la montaña leonesa.  

Quizá, si te concedes el placer de descubrir los pequeños detalles sin esperar nada a cambio, consigas dar con una leyenda viva y mítica, tan mítica como la Badabia fantástica, tan fabulosa como el osado Babieca, tan real como la sublime hermosura de Babia.

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Divisando la ciudad

Mi mágico León: muy cerca de la ciudad de León, desde la Candamia, el Pico Correcillas. León. Turismo.

La corona del reino

  

Pensar en León es pensar en su esbelta catedral y sus vidrieras de colores.   

Pensar en León es recorrer con la mente los rincones de una ciudad peregrina por excelencia.   

Pensar en León es recordar los sabores de las tapas expandirse por el paladar y el fresquito de un vinín, o un mosto, escurriéndose por la garganta…    

Dibujar León en el pensamiento es sentir un airecillo fresco que llega de no sé dónde y te hace sentir vivo, un viento suave que llena tus pulmones de aroma a excelsas cumbres desde las que contemplar la belleza de un mundo tan hermoso como olvidado en sus pequeños detalles.    

Hace ya muchos siglos que León empezó a coger la forma de una ciudad, una ciudad entre ríos, coronada por montañas llenas de joyas más allá de las turquesas o rubíes que algún monarca llevara en sus anillos…    

A sólo un paso de la bella urbe leonesa, se alza, disimulando en su sencillez, un escenario desde el que contemplar la belleza sublime de la naturaleza, que se levanta en grandes masas de piedra cubiertas por un manto de colores y formas que otorgan singularidad a cada milímetro de tierra.    

A sólo un paso de la capital del reino, está la Candamia, el lugar desde el que contemplar las maravillas hechas montaña del Teleno, el pico Correcillas, y tantos otros más que se confunden en el oleaje petrificado de un mar de verdes praderas, grises crestas y anaranjados atardeceres…    

Cada montaña esconde su propia historia. Son historias que hablan de astures y romanos, de batallas sin igual, de derrotas y victorias, de tradiciones y creencias…    

Cada montaña oculta un sentimiento: una sensación de grandeza y de pequeñez, una actitud amable o distante, un semblante rudo o cálido…    

Cada montaña tiene su propia historia, su  propio lenguaje, su propia enseñanza y camino.    

Cada momento, su importancia y relevancia.    

Cada amigo, un cariño diferente.    

Por eso, porque cada persona, momento y montaña es especial, recórrela, vívela, respétala, para que, puedas volver a visitar esa montaña una vez más, otro día más, con otra persona más…    

Y así será tu montaña y la suya, será la montaña de los dos, de los tres, de los cuatro…    

Será nuestra montaña.

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La noche mágica

Mi mágico León: hórreo en Balboa, en el Bierzo, en la provincia de León.

La morada de la noche más mágica

El alma y los espíritus, la ciencia y la fe y aquellos fenómenos que se escapan de lo inteligible y se confunden entre lo real y lo fantasioso.

La magia está formada por tantos elementos que a veces no sabemos muy bien si pensar que realmente algo mágico tienen algunos lugares o si es sólo fruto de nuestra imaginación, pero por mucho que intentemos autoconvencernos, en el fondo, siempre una duda queda divagando por nuestra cabeza, y a veces, un sonido perdido en la oscuridad de la noche, hace erizar nuestra piel…

En las profunidades de El Bierzo, la magia y la leyenda se confunden en las hogueras que dan vida a una noche de hechizos y sortilegios, de creencias y supersticiones, donde cada rincón tiene algo oculto, enigmático y misterioso.

En una región tan cercana a Galicia, donde cuenta el saber popular que «meigas, haberlas haylas», las pallozas se convierten en lugares en los que la magia toma rienda suelta, se reunen las gentes, y las leyendas y creencias populares se escuchan en voces que narran historias de un pasado más cercano o más lejano, voces que cuentan cuentos de hechizos, brujas, conjuros y encantamientos… ysopla el viento, un viento frío… y vuelve a erizarse la piel.

Llega el solsticio de verano, y en la noche más corta del año, se exaltan las sintonías que dominan la esfera de lo paranormal, se renuevan  las energías y las hogueras prenden un fuego purificador rogando una limpieza que atraiga lo bueno y se lleve lo malo.

Dice el refrán que «la música amansa a las fieras», sean del ámbito que sean, y «quien canta sus males espanta», y por eso, recordando lo mágico y oculto de la magia más real, en Balboa, se celebra una noche mágica especial cuando al cobijo del calor de una hoguera, se oirán músicas y sonidos que auyenten los males y atraigan el bien.

Un bien cargado de magia y buenas intenciones, un bien cargado de verano, luz y color.

Porque en una noche mágica, cualquier amuleto es válido, y reunirse con quien uno quiere, para disfrutar entre sonrisas y bailes, es otra manera de hacer magia.

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Acariciando con alegría

Mi mágico León: en el corazón de los Picos de Europa, en Caín, en el Valle de Valdeón, está el río Cares. León. Turismo.

El duendecillo mojado

  

Las montañas, las espléndidas montañas y los valles… ¡y qué valles! valles y montañas llenos de vida, de  paraísos silvestres que parecen haber desaparecido en el mundo moderno, y que todavía conservan su encanto y magnetismo natural, huidizos de la modernidad, en lo remoto de la Tierra.  

Montañas y valles, belleza envuelta en colores, y animales salpicando su paisaje con la impronta de su imagen, y el ruido silencioso de una naturaleza reina que seduce al visitante con el erotismo de sus caricias, a veces suaves, a veces toscas, siempre alegres.  

Montañas, valles, y ríos… ríos que alimentan con su vitalidad, la ilusión de los que todavía creen que la Paz es posible en un mundo de guerras constantes; ríos que se escurren desde las alturas que los vieron nacer y se precipitan montaña abajo en busca de más paisajes, más animales, más vida, más mundo…  

Montañas, valles y ríos, y entre aquella multitud mojada, uno se destaca en fama y picardía…  

En el corazón de los Picos de Europa, con esa sutilidad alegre y pícara que enamora hasta a los más reticentes, hay un duendecillo que hace de las suyas, y convertido en río, se escurre entre las estrecheces a los pies de las montañas y discurre rápidamente, como si de una carrera se tratase, jugando a ser un mago que hechiza, con su ruidosa magia, los desniveles y rincones plagados de cantos, que hacen de sus meandros, espejos en los que el astro rey se refleja y deslumbra a quienes curiosean sus andanzas.  

En el corazón de los Picos de Europa, galopando desde el escondido Caín, fantasioso, juguetón, libre y alegre, el río Cares sorprende desde su alegre seducción, disfrutando, entre sonrisa y sonrisa, de las mil caricias que reparte en el Valle de Valdeón.

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Belleza envuelta en sonidos

Mi mágico León: en la montaña central leonesa, al norte de la provincia de León, están Las Hoces de Vegacervera. Turismo.

Fresca belleza entre montañas

  

Remontando la fresca belleza de un río, recorriendo a contracorriente la fuerza revitalizante del agua que fluye desde las montañas, se encuentra un espectáculo sin igual, sin parangón conocido, sorprendiendo al ser humano desde su esplendor más humilde, sin grandes ornamentos que indiquen su existencia más allá de la simple y extraordinaria realidad.  

En un lugar envuelto en sonidos, que llenan de vida y color el lienzo de la tierra, se abre una brecha en la que discurre sencillamente caprichoso, un río de aguas limpias y transparentes.  

Se alza un nuevo día, y con el transcurrir de las horas, el cielo cambia de tonalidades y la naturaleza adquiere un cariz diferente al que baña las noches de su historia. Se alza un nuevo día, y entre las paredes firmes de las escarpadas, se abre camino el río Torío.  

Estás en León, en esa tierra misteriosa que se oculta al noroeste de una península cargada de rincones espléndidos y maravillosos; estás en León y allí, la madre Tierra, se muestra generosa y regala majestuosidad y sencillez en un mismo ambiente, combinando sensaciones que se clavan en la mente y te acompañan por siempre, marcando tus recuerdos y experiencias.  

Al norte de la provincia de León, en una zona mágica donde cada rincón tiene algo diferente y especial, está el valle del río Torío, y bajo él, la piedra forma galerías y estátuas que el agua ha ido moldeando lenta y eficazmente, como la mano del alfarero, que da forma a su obra de arte, sin descuidar un solo detalle.  

Al norte de la provincia de León, escondidas en las profundidades, están las Cuevas de Valporquero, y sobre la superficie, impresionantes y maravillosas: Las Hoces de Vegacervera.

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Escondido en la montaña

Mi mágico León: En Cuatro Valles, en Babia, está Torrestío, en la provincia de León, muy cerca de los Lagos de Saliencia, en Asturias.

Un paraíso de tranquilidad

Tranquilidad, ¿cómo definir la tranquilidad?    

Hay muchas maneras de sentirse tranquilo, muchos sitios en los que la mente se aleja de las inquietudes que la llenan de angustia y desasosiego y se inunda de paz y meditación, una meditación serena y placentera.    

Hay muchos lugares en los que sentir el rumor del agua escabullirse en el lecho del río y el arroyo que pasan cerca, muchos lugares en los que escuchar a los pájaros cantar y al viento soplar como si tú no estuvieras ahí…    

Hay muchos rincones que las estaciones pintan de colores y adornan con mil tonalidades que cambian segundo a segundo, y que nunca te cansas de redescubrir al volver a contemplarlas y percatarte de que ya no son iguales que un instante antes… ¿han cambiado? ¿o tal vez cambiaste tú?    

Cada lugar tiene su magia, cada rincón su encanto, cada sensación su propio hechizo que te llena de sentimientos tan propios, que sabes que son patrimonio tuyo, y  por suerte, que nunca nadie te podrá arrebatar.    

A veces, la historia y la magia se confunden y nace la leyenda, leyenda como la de los enamorados que hace muy poco conocí, y que algún día contarán sin saber muy bien si era cierta o no (y yo sé que sí lo es), historia como la de la calzada romana que en la Edad Media pasó a llamarse Camino Real a Asturias.    

Tranquilidad, belleza, serenidad, historia, leyenda… y un faro convertido en reina que gobierna pacífica en el paraíso de los reyes de León.    

Un sueño, una realidad, una frontera sin límite plagada de vida, hórreos y animales y un solo pueblo: Torrestío.

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La tristeza más rebelde

Mi mágico León: en el Alto Bierzo está Santibáñez de Montes, un pueblo lleno de vida. León.

La rebeldía más viva

Hay una frase hermosa que dice así: «Recordar es volver a vivir, y vivir en el recuerdo es no morir jamás».  

Yo soy un pueblo de los que piensa así, de una manera llena de esperanza y melancolía, cómo no, la vida también tiene su carga melancólica, pero… ¿sabes qué? a veces la melancolía toma un carácter más agrio y se vuelve tristeza, enfado.  

Recordar es volver a vivir, vivir en las casas que antaño se mantenían en pie, mojarse con el agua que atravesaba mis ser, oír a los vecinos que planeaban su próximo partido de fútbol, a los mozos preparar alguna trastada y a las mozas comentar historias tan femeninas… recordar es pensar en tiempos pasados y sentirlos vivos…  

Y… ¿sabes qué? estoy triste, triste, cansado y enfadado.  

¿Nunca un pueblo te había hablado así, verdad? Pues yo sí lo hago, y lo hago porque me niego a desaparecer, me niego a formar parte del recuerdo cuando aún estoy vivo y formo parte de la historia de tantas personas que llevan grabado mi nombre en su corazón, como diría Neruda: «a sangre y fuego»…  

Estoy cansado, cansado de ver cómo personas que no saben de mí, deciden un día que ya no existo, y yo me pregunto… ¿es que no me ven? estoy aquí, ¡aquí! en el Alto Bierzo, a sólo un pasín de La Maragatería, y por mis lares sigue corriendo el agua que mojaba a los chiquillos que tanto crecieron, en mis calles sigue habiendo casas, en mis tierras sigue estando el camposanto que tantas lágrimas vio derramar y tanto amor en forma de flor dejar, con la mayor de las ternuras, sobre el lecho en el que descansan las moradas de quienes ya se fueron…  

Estoy triste, cansado, y estoy enfadado, enfadado con quienes se rinden ante la aplastante realidad sin luchar, sin hacer más que contemplar cómo otro pantano sin agua inunda mi ser y lo sumerge bajo el manto del olvido.  

Esta desidia es agotadora, mucho… pero siempre hay una luz, una esperanza, una ilusión, siempre… aunque no lo parezca, hasta la noche más larga tiene su amanecer, y yo nací en un precioso valle recorrido por arroyos de agua cristalina, un valle que regaló la riqueza de su tierra y le dio forma de mina, un valle repleto de vida y alegría, de moras, nueces, castañas, y los arándanos más deliciosos de la Tierra.  

Vivo, porque sigo vivo, en un valle repleto de vida, y esta vez, voy a pedir a la bruja Escolástica uno de sus conjuros a ver si reunimos a las fuerzas estelares y conseguimos alimentar, con espíritu renovado, la vida de la escuela, la iglesia, el equipo de fútbol y la cantina, nuestra querida cantina.  

Estoy cansado, sí, pero no me rindo, y… ¿te cuento un secreto? sé, que después de leer mi testimonio, tú tampoco lo harás.  

Santibáñez de Montes, el guerrero sin descanso.

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