La luna… ¡qué magica es la luna! con ese poder hipnótico que te hace contemplarla y sentir ese algo místico y misterioso, la luna…
Una luna que a veces se ve de día, aunque suele ser la reina de las noches ceslestiales, y, a veces, la luna, se escurre en la distancia que la separa de la Tierra y se cuela en alguna región, dando apellido a muchos.
En un valle, aislada en un mundo rodeado de montañas, está la vida de un pueblo con apellido lunar, aunque tenga más de sol y de nieve, y se diferencie de sus vecinos con su propia historia particular.
Una carretera de asfalto maltrecho rodeando un mar que la naturaleza no inventó, un desvío, y en él, la señal certera de que al final de su senda hay alguien esperando.
En un valle rodeado de montañas y nieve cuando el verano se aleja, está aquel pueblo con río propio, el mismo río que le bautizó, dándole un nombre, el suyo: Abelgas.
En un valle del norte de León, donde estar en la Luna a un paso de Babia, teniendo los pies sobre la tierra es muy fácil, está Abelgas, y en él, olvidarse de la ciudad, de las prisas y las obligaciones, se convierte casi en obligación, admirando el tamaño hermoso de unas montañas que lo han protegido del abuso y la desidia de quienes deciden inundar valles llenos de historia, vida y amor.
Cuando de descubrir tranquilidad y belleza se trata, viajar por los rincones de la geografía se convierte en todo un placer.
Cuando de soñar con los ojos abiertos se trata, sumergirse en las profundidades de una provincia llena de magia y tradición, es toda una aventura.
Y cuando de entender mucha de la historia española se trata, encontrar el lugar del que partieron hombres hacia América y Filipinas, extendiendo el nombre del pueblo más allá de las fronteras peninsulares, es todo un acontecimiento.