Posts tagged La Maragatería

Ganas de correr

Mi mágico León: prado de lumbre en Filiel, en la Maragatería, en León. Turismo rural. Naturaleza pura y limpia.

Corriendo con alas

Tengo ganas de correr.

Tengo ganas de correr, ¿me acompañas? ¡Venga! ¡acompáñame!

¿El cuerpo no te deja? Bueno, acompáñame entonces con la mente, y con el corazón, nunca olvides al corazón, que hace menos ruido que la mente, pero sin él serías alguien triste, muy triste, porque las personas tenemos mente, corazón… ¡y alma! tampoco te olvides del alma, que puede tocar las estrellas sin moverse de la tierra, dejarse acariciar por las luces del atardecer, bailar con los sueños al son de las serenatas nocturnas, y sonreír cuando todo parece perdido.

Tengo ganas de correr, como una niña, ¿por qué no? ¿parecerá que estoy loca? ¿y qué? ¡loca como los niños! ¡bendita locura!

Correr, sentir a la Madre Tierra viva bajo mis pies, respirando en cada pétalo, en cada brizna de esperanza convertida en hierba, la fortaleza de ese árbol que aguantó estoicamente el invierno y ahora renace en primavera.

Quiero empezar a correr y olvidarme de los caminos marcados, marcar mi propio camino con los senderos de la ilusión y el convencimiento de que puedo, de que no hay imposibles que no puedan convertirse en posibles, porque sé, siento, intuyo que si creo, sí confío, puedo.

¿Ya? ¿terminaste la carrera? ¿cansado? ¿cansada? Apuesto que acalorado pero feliz, ¿verdad? ¡qué sensación! Y… ¿sabes qué? Sigue, despacio, mirando hacia abajo para recoger esa florecilla amarilla que asoma entre el verdor; mirando hacia arriba para contemplar la forma indefinida de las nubes, y sintiendo el viento revoltoso chocando contra tus mejillas, (te quiere hacer sonrojar, y tal vez lo consiga, ¿será que le gustas?)

Camina siempre, disfruta de la travesía, sonríe muy a menudo, y nunca dejes de soñar.

Porque tienes toda una vida para hacerlo y paisajes maravillosos que disfrutar en este mundo, en Europa, en España, en León, en Filiel

Por todo esto y mucho más… ¡Sé feliz!

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Me gustas

Mi mágico León: flores en primavera, en la sierra del Teleno, en Filiel, León.

Sensaciones indescriptibles

«Me gustas cuando callas porque estás como ausente…» le pido prestada esta frase a Neruda para hablar de ti…

Porque me encanta descubrirte en tus silencios rasgados de frescura, donde la sonrisa no deja de asomar en tu rostro y la sorpresa de asomar en mis ojos.

¡Eres tan… enigmática!

Quisiera describirte, pero sólo consigo reír con tus juegos divertidos, mientras intento pillar tus maniobras y tú te ocultas tras los árboles, dibujando paisajes llenos de arco iris.

Tú, y solamente tú, alteras la sangre risueña que recorre las venas de los que se niegan a dejar de ser niños, de los que siguen deshojando margaritas, aunque sepan que ¡sí quiere!

Me encanta tenerte ahí, saber que vienes a verme por vacaciones, y, aunque el resto del año no te pueda ver, tú siempre vuelves, una y otra vez, año tras año, así que en el fondo, nunca te vas, siempre estás presente, en mi mente, en mi corazón, en mi vida…

Primavera…

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Un momento pequeño

Mi mágico León: en la provincia de León está la Maragatería, y en la Maragatería, a pocos kilómetros de Astorga, Viforcos. En pleno Camino de Santiago. León. Turismo.

Un instante en el Camino

Los lugares son paradas en el camino, son momentos en forma de sitio, que se extienden más o menos, en función de muchas cosas.

Los lugares son instantes en forma de paisaje, en forma de siluetas de diversas tonalidades y temperaturas; son hechizos mágicos que te atrapan cuando te descubres sorprendido por su belleza desconocida, y por eso, a veces, te enamoras de ese lugar, como quien se enamora de una mirada cálida, de una sonrisa pícara…

En un rincón de León, en un sitio pequeño y pintoresco, donde los peregrinos descubren la hermosura sencilla que rodea el Camino de Santiago a través de la montaña, tan sólo unos metros más allá, hay un pueblo pequeño, tranquilo, rodeado de naturaleza, y tan cerca del cielo, que su gente parece conversar cada noche con los ángeles que moran en las alturas, y al amanecer, esparcir la sabiduría de la bondad por el mundo que les rodea.

En algún lugar la Maragatería, muy cerca de la maravillosa Astorga, está Viforcos, un pueblo en el que respirar serenidad, por los cuatro costados, es algo tan sencillo como pasear por sus calles y descubrir el sonido de algún animal en el interior de un corral. Es uno de esos sitios en los que sonríes sin demasiado esfuerzo, en los que recuperas las fuerzas perdidas en la lucha diaria, en los que te sientes feliz por el mero hecho de existir.

Viforcos es el lugar ideal para apagar el teléfono móvil, salir a pasear con Tomás y escucharle, atentamente, narrar las maravillas del Teleno, las preciosidades de Astorga, las bellezas de la Maragatería

Viforcos dice muchas cosas, pero las dice callando, en silencio…

Viforcos es un lugar pequeño, y si aún no te ha dicho nada… acércate y atiende, porque seguro que a ti, te contará algo distinto de lo que ya me ha contado a mí… ¿qué es? secreto…

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Filando junto a una hoguera

Mi mágico León: el Filandón se sigue celebrando en los rincones de León. En Quintanilla de Somoza, en la Maragatería, también. León. Turismo.

El calor del invierno más nevado

La oscuridad más absoluta gobierna un mundo que reposa al caer la tarde…

Se acerca la noche, y en la infinitud lejana del firmamento, las estrellas comienzan a hacer acto de presencia en un cielo dispuesto a mostrar la sencillez de ese brillo que parece nunca desaparecer.

La luz que, durante las primeras horas del día, ha dado color y algo de calor al paisaje, ahora se concentra en el crepitar de una hoguera en torno a la que reunirse, en torno a la que contar historias, en torno a la que relajarse en buena compañía…

Era una vida diferente, y al caer la noche, los vecinos se reunían alrededor de la lumbre en alguna casa del pueblo; era una vida distinta, y los hombres contaban historias de vida labriega y pastoril, las mujeres se juntaban a coser, y la conversación fluía tranquilamente mientras las largas noches del invierno se hacían menos frías, y menos largas…

Era una vida de Filandón, y en torno al fuego, el ferviu daba nombre al vino caliente que acompañaba algo para comer, y se oía a uno contar historias de lobos atacando el rebaño, a otro contar anécdotas divertidas,… y las habladurías tomaban forma en el programa de una televisión inexistente, en la que los famosos más populares eran los conocidos protagonistas de novelas cercanas de la vida real, de amores y desamores, de traiciones y rencores familiares, que se transmitían de generación en generación…

Era una vida antigua, y tras la dura jornada ganadera y campesina, hombres y mujeres se reunían al abrigo de amistades y familia, una vida en la que las mujeres filaban lana de oveja, una vida de Filandón, y aunque, a veces parezca imposible, todavía, en algún rincón de León, hay un Filandón

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La belleza hecha pueblo

En la comarca de la Maragatería, muy cerca de Astorga está Castrillo de los Polvazares. En la provincia de León. Turismo.

La belleza hecha pueblo

La belleza, ¿qué es la belleza?

La belleza es algo que a todos gusta, algo que te gusta mirar, descubrir y volver a mirar, algo que no te cansas de ver.

Belleza… belleza es armonía.

Hay belleza exterior y belleza interior y… ¿cuál es mejor? la una sin la otra no tiene demasiado sentido, porque algo muy hermoso por fuera que no es bello por dentro, al final no te dice nada, es una bonita estampa que recordar; pero la belleza interior tiene esa magia que inunda el exterior y lo hace brillar con luz propia, otorgándole una belleza sin igual… creo que algo así es el amor, ¿verdad?

Cada rincón tiene su magia, cada pueblo su belleza, y cada persona un lugar favorito al que regresar siempre, un sitio que es tuyo, sólo tuyo, aunque también sea de más gente, pero no importa…

Conozco un lugar bello por fuera y por dentro, un lugar lleno de historia y arte, bonito ¿verdad?, una bella estampa que recordar, y… conozco un lugar del que te enamoras porque es precioso… y es el mismo lugar.

Es un pueblo bonito y precioso porque en el interior de sus casas de piedra se cuece un cocido muy maragato y se saborean los olores de lo bueno; precioso porque sus gentes viven enamoradas de él, y lo aman, y lo comparten, aunque siempre lo celen un poco ante la llegada de tanto extraño que no se detiene en descubrir la auténtica belleza que inunda su exterior, la de dentro.

Conozco un pueblo añorado desde la distancia, recordado desde las fotografías, relatado en mil folletos y grabado en mil corazones; y podría contarte que es Conjunto Histórico Artístico, que sus calles están empedradas, su gente es amable y orgullosa y que tiene fama su gastronomía, pero… ¿sabes qué? prefiero que lo descubras tú mismo, porque así, comprenderás, porque es tan bello: por fuera y por dentro.

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En restauración

Mi mágico León: Prada de la Sierra en la comarca de La Maragatería, en la provincia de León

El tesoro escondido al aire libre

  

No todos los días son iguales, ni las noches idénticas; no son exactas las vivencias ni exactos los mismos pensamientos que de vez en cuando asaltan la mente de unos y otros, pero a veces, aunque la realidad parezca no  haber cambiado demasiado, uno se siente triste sin saber muy bien porqué, o tal vez sabiéndolo, pero sin querer pensar demasiado en ello…      

Todos tenemos esos días en los que el sol luce y parece que su brillo no es el de otros días, todos tenemos días en los que recordamos tristezas y deseamos profundamente encontrar aquello que anhelamos, o recuperar lo que perdimos, pero todo parece tan difícil, todo parece tan imposible, ¿verdad?      

Hoy te voy a contar algo:      

No hace demasiado tiempo hablaba yo con una muchacha vestida de maragata, aunque lleve vaqueros y camiseta, o se vista con un traje de gitana; no hace mucho tiempo, hablaba con una chiquilla con alma maragata y corazón andaluz, curiosa combinación, ¿verdad? Curiosa y no tanto, porque leyendo las líneas de la historia de León encontramos a los religiosos mozárabes del siglo X que dejaron atrás el antiguo Al-landalus para instalarse en las cercanías del río Esla, en San Miguel de Escalada; y dibujando una sonrisa, la historia nos vuelve a hablar de un tal Guzmán el Bueno, que repobló las tierras de la actual Cádiz con gentes procedentes de León allá por el siglo XIII.      

No hace demasiado tiempo, comprendí que todos somos de muchos sitios, aunque siempre hay uno que nos roba el corazón y se funde en lo más profundo del ser llegando a formar parte de nosotros mismos.      

No hace demasiado tiempo, descubrí algo agradable, original, fantástico, ¿te lo cuento?      

En un lugar de la Maragatería, escondido al aire libre, olvidado en el tiempo e ignorado por tantos, había un sitio con un nombre muy bonito. Era un nombre elegante, en femenino, con ese toque coqueto que le da el apellido a todo pueblo de noble estirpe…   

Hace muy poquito descubrí que en la Sierra… había un riachuelo, y siguiendo el riachuelo, un pueblo.     

Un día, aquella niña grande salió a pasear con sus cuñados, y ¿qué descubrió? descubrió un tesoro, un tesoro que alguien enterró en el olvido y mucho tiempo después otro descubrió como si se tratara de un cofre repleto de oro que algún pirata escondió en las playas de una lejana isla… pero no, aquello era tan real como el aire que respiras o el viento que mece las ramas de los árboles, como las estrellas que decoran el firmamento por las noches y las flores que renacen cada primavera.      

Cuando la infanta de nuestra historia encontró aquel tesoro no lo podía creer, ¡cuánta riqueza! ¡cuánta belleza! ¡qué antigüedad! y la alegría se hizo más grande cuando vio aquel cartel que decía: «Restauración»…      

¿Restauración? Sí, porque el mundo está de enhorabuena, Prada de la Sierra está en restauración.      

Aunque lo parezca, no siempre las cosas se pierden, a veces, a alguien se le ocurre la genial idea de recuperar lo que nunca debió perderse, y se obra el milagro, por eso, hoy estamos contentos, aunque el sol parezca que no brilla para nosotros o que las estrellas están más lejos que otras veces.      

Hoy estoy contenta, y si tú no lo estás, ¿a qué esperas? ¡vamos! que cada vez que sonríes se borra una tristeza y se ilumina una esperanza.

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Descubriendo el Medievo maragato

Torre del antiguo castillo de los Marqueses de Astorga, en Turienzo de los Caballeros, en la comarca de la Maragatería, en la provincia de León

La torre guardiana del oro y la vida

Hubo un tiempo en que las cosas no eran como ahora son, hubo un tiempo en que las fronteras y las gentes que hoy conocemos no eran las que hoy son, aunque hay cosas que nunca cambian…

Allá por el siglo XIV la capital de la Maragatería era la Villa de Turienzo de los Caballeros, a sólo unos kilómetros de la bella Astorga, y si las piedras hablaran…

Las piedras no hablan, pero las mellas del tiempo en su piel sí lo hace; lo hace su aspecto y su situación, lo hace el ambiente que las rodea, lo hace la ubicación en la que se encuentran, mas las piedras no hablan…

Y si las piedras de la Torre de los Osorio hablaran, nos contarían que su origen se remonta más allá de la romanización, cuando formaron parte de un castro astur, quizá también romano, y que su torreón sirvió para proteger las cercanas minas de oro;  pasados los siglos hasta los míticos templarios recorrieron el interior del castillo al que perteneció como torre del homenaje, y luego fue patrimonio del Monasterio de San Pedro de Montes… si las piedras hablaran desvelarían tantas cosas…

¿Y sabes qué? Las piedras hablan calladas, pero sólo te dan pistas, y tienes que indagar, tienes que buscar en los recovecos de su historia y descubrir que en época del Señorío de los Osorio fue fortaleza, y por ello también fue conocido el lugar como Turienzo del Castillo, pero su nombre no es otro que aquel que hace referencia a los caballeros que velaron por el mítico Santo Grial en el lejano Oriente de las legendarias Cruzadas, aquellos que velaron por el bien y la seguridad de todos los peregrinos que se dirigían a la tumba del Apóstol Santo: los Caballeros de la Orden del Temple.

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Hilando sin rueca

La bisabuela Rosa hilando sin rueca.

La reina hilando en Castrillo de los Polvazares

Hoy te voy a contar una de esas historias que merecen ser contadas, una de esas historias que narran como hay personas que hacen del mundo un lugar mejor por el simple hecho de existir…

Hoy te voy a contar la historia de Rosa, de Rosa y de Carmela, y de su madre y su abuela… y de sus tías… ¿quieres conocerla? allá voy:

En un lugar de León, en un rincón de la Maragatería, en un pueblín lleno del cariño de una ciudadana del mundo que se siente de muchos sitios y tiene el corazón repleto de Polvazares, hubo una vez una princesa que vestía de forma sencilla, como la tierra que envuelve el carisma encantador de Castrillo…

En Castrillo de los Polvazares, hace… poco, sí, hace poco, porque el amor es algo que nace del alma, y el alma viene de Dios, y para Dios el tiempo no es importante así que…

En Castrillo de los Polvazares, hubo una vez una princesa que se convirtió en reina y como tal, desposó al galante caballero don Felipe. Los reyes tuvieron una princesa, y la princesa se hizo mayor, también se casó y nacieron las infantas…

Una reina y un rey, y luego una princesa y un príncipe, y fruto de su amor, más niños… pero este cuento también tiene su tinte amargo, y con el último de los hijos, se fue la vida de la princesa…

¡Qué triste! ¿verdad? ¡y qué duro! triste y duro, duro y difícil, como la vida misma…

Pero esta historia tiene un final feliz: la reina Rosa, lejos de hundirse en la tristeza y la desidia, sacó fuerzas de flaqueza y convirtió la pena y el dolor en amor, y con ese amor alimentó el alma de sus pequeñas, las pequeñas de su niña, que se había ido para velar por sus retoños más allá del cuerpo que la tenía presa…

Los años pasaron, las infantas crecieron entre risas y juegos, trabajo y esfuerzo, al lado de una abuela y madre que siempre estuvo a su lado, y un día también se fue…

Se fue, y ahora, cuando recuerdan la mirada dulce de aquella dama de ropaje sencillo y alma esplendorosa, todavía una lágrima acude a sus ojos y una sonrisa a sus labios.

Rosa se reencontró con la niña de sus ojos, y mientras tanto vela por sus queridas nietas, y por una pequeña bisnieta que no llegó a sentir el calor de sus abrazos, pero se siente muy orgullosa de pertenecer a tan alta estirpe, y… todavía al mirar su foto, recuerda, como si lo hubiera vivido ella misma, a la monarca hilando a mano, como siempre lo hizo, desechando la rueca que sus nietas le compraron.

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Entre el Duerna y el Teleno

Blanca Navidad en Quintanilla de Somoza, en la Maragatería, en León.

Quintanilla de Somoza y el nogal del abuelo

A orillas del río Duerna, envuelto por el frío gélido de una montaña blanca al llegar el invierno, está la belleza sencilla y tranquila de un pueblo cálido como las gentes que habitan sus casas y las mantecadas recién salidas del horno.

Con aromas a Teleno y a río, está Quintanilla de Somoza, y en ella, el árbol que plantó el abuelo.

¿El abuelo? sí, el abuelo y el bisabuelo: Domingo Benéitez Arce.

¡Ah!, ¡Domingo!, ¡claro!…

¿Domingo?

Sí: Domingo.

Domingo fue un hombre diferente. Diferente a muchos otros aunque viviera como muchos otros y donde muchos otros.

Y… diferente, ¿por qué?

Diferente porque con su propio esfuerzo sacó un canal del río para que llegase a una central eléctrica que él mismo montó, y… ¡magia! el agua caía en la noria, la rueda se movía, aparecía la electricidad y… ¡se hizo la luz!

Muchos años han pasado desde entonces, varias las generaciones que han visto pasar el agua discurriendo por el cauce del Duerna día tras día, semana tras semana, mes tras mes.

Muchos años han pasado y ya no está la maquinaria que don Domingo puso en marcha, pero todavía, en el mismo lugar, se conserva la caseta que formó parte de aquel espectáculo lleno de modernidad; todavía, en Quintanilla de Somoza, está el árbol que el abuelo plantó, recordando, silencioso y perseverante, que el esfuerzo por hacer las cosas bien tiene su recompensa y más allá de morir en un presente, la semilla del trabajo bien hecho, sigue creciendo, creciendo como el árbol del abuelo.

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Contemplando el ayer

Potro en Filiel, cerca de Astorga, en la provincia de León

Potro en Filiel

Patrimonio, ¿qué es patrimonio? alguien te dirá que monumentos… y… ¿qué son monumentos? para mí, patrimonio es todo aquello te pertenece, aquello que cuenta algo sobre una vida, sobre un momento de la historia, sobre el pasado y el presente, sobre ti y sobre mí.

Pienso en patrimonio y acuden a mi mente el mozárabe San Miguel de Escalada, y la Pulchra Leonina; pienso en patrimonio y se me ocurre el castillo de Ponferrada y el de Valencia de don Juan; y pienso en patrimonio y se pasean por mi mente la cocina de horno y el carro que tiraban los bueyes, el arado y el potro.

En una vida extraña para muchos y conocida para otros tantos, los reyes que dominaban el paisaje humano eran las boinas y los botijos cuando había que ir a trabajar al campo, y para ello, se necesitaban más de dos manos y algo más de cuatro patas.

Cuatro patas… vacas, caballos, bueyes, mulas… y entre unos y otros hacían más ligero el yugo del labrador y el ganadero, que muchas veces, era la misma persona…

Hablo en pasado, sí hablo en pasado porque el presente es más fácil y menos natural, es más sencillo y  menos trabajado, aunque siguen siendo laborioso… hablo en pasado porque no hace tanto unos cuantos palos, colocados de la manera adecuada, se convertían en un potro donde poder herrar a los animales.

¿Te cuento un secreto? Me encantaría mirar por un agujerito y poder ver a los hombres de antaño herrando un animal que seguro no colaboraba en nada… me encantaría y no puedo, pero… ¿sabes qué? No importa, porque contemplando uno de esos potros, fijando mi atención sobre él, parece que todavía se oyen las voces de aquellos paisanos dando órdenes, intentando sujetar al animal.

Patrimonio es… patrimonio es lo nuestro, lo de siempre, y si no está protegido, protejámoslo, que nos hizo mucho servicio en el pasado, y quizá va siendo hora que le devolvamos el favor, ¿no te parece?

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