Contemplando desde la distancia más cercana, agazapada en una colina, veo la vida pasar, los momentos que quedan grabados en el tiempo, para no marcharse jamás.
Hoy, Cifuentes, también he recordado que una parte de mí es tuya, que siempre lo será, y tú, pueblo querido, también serás siempre mío, como lo eres del Esla que abona tus lares con su rica agua, como lo eres de los míos, de sus recuerdos y sus vidas.
Se acerca el fin de un año intenso, un año cargado de emociones, de silencios cargados de tristeza, de pesares urdidos en ansiedades, de esperas y desesperanzas,… de amistad y cariño.
Se acaba un año de muestras de afecto indiscutibles, de páginas leídas a base de tiempo y fantasía, de fotografías plasmando realidades, recordando que la lucha vale la pena, que siempre hay un porqué.
Y desde allí, querido Cifuentes, mi Cifuentes de Rueda, la magia de aquellas chimeneas, inunda el corazón con el calor de la leña al crepitar en la lumbre, y aparece el humo en el cielo, subiendo, diluyéndose en el aire, esparciéndose en el viento, llegando hasta mí…
Te sigo contemplando, con la ayuda de quien se acerca a ti como un desconocido entre tus gentes, pero con la misión secreta de alcanzarme el aroma de tus días de invierno; te sigo contemplando con la certeza de que sigues a los pies de Rueda del Almirante, junto a Casasola, junto a mi paseo de los Abeludes, aunque no sean abedules, en las tierras de León…