Panorámica del Pico Burín desde el Valle de Cullia
Dicen que agua pasada no mueve molino… puede ser, pero creo que el pasado nunca se va, el pasado se asienta en el fondo de la vida y en el fondo de la tierra y se cubre con capas y capas de fino presente que se posa sobre el pasado…
El pasado nunca desaparece, el pasado no se desvanece, el pasado se convierte en presente cuando miras a tu alrededor y te das cuenta de lo que significa en tu vida y de que quieres que lo siga significando en el futuro…
León, Asturias, Cantabria… cántabros, astures, romanos… la historia se convierte en presente en cada rincón del planeta, y los pueblos toman el carácter de aquel otro pueblo del que provienen, combinando ese carácter con el temperamento del siguiente pueblo que llegó, y pasan los siglos y nuevos reinos aparecen, nuevas influencias se confunden con el sustrato anterior y nuevas batallas se libran en nombre de la libertad, en nombre de la propia identidad, contra la injusticia y la esclavitud…
En la tierra celta de la remota Vadinia, en un lugar impregnado del alma luchadora y bravía del pueblo vadiniense, hay un soldado valiente que descansa plácidamente de tanta lucha agotadora sin fin…
Hace ya muchos siglos, hubo un pueblo audaz, de carácter fuerte y valeroso, orgulloso de su vida y defensor de sus amores… hace ya muchos siglos, un Imperio Romano se adueñó de su patria y el espíritu de aquellos valientes se diluyó en los poros de la tierra…
Hace ya algunos años, en un valle hermoso y tranquilo, hubo una nueva invasión: un ejército enemigo dirigió sus tropas hacia la patria de campesinos indefensos e indignados. Eran millones de soldados en forma de gota de agua que se disponían a avanzar en represalia sobre un valle inocente y feliz, que observaba, sin saber por qué, cómo alguien había decidido invadirlo por la fuerza…
La batalla se presentaba dura, se presentaba casi imposible, pero hubo un reducido grupo de guerreros, que a pesar de las inclemencias de la injusticia, a pesar de ser superados en número y poder, plantaron cara al enemigo y comenzó una gran batalla…
La batalla llegó a su fin… hubo muchas bajas entre nuestras tropas, y llegó la victoria del lado contrario…
Fueron muchas las lágrimas que desbordaron sentimientos, las gentes sintieron caer ríos de sudor y sangre entre sus pueblos, el dolor hizo mella en muchas vidas… la guerra parecía perdida…
Pero… cual Ave Fénix que renace de sus cenizas, hay un guerrero que quedó herido, gravemente herrido, pero no murió, y lo que no mata, hace más fuerte… y allí, rodeado de montañas y laderas, de nieve, rocas y verde, sigue el capitán de Valdeburón, sigue el guerrero osado.
Aquel guerrero descansa, recuperando su aliento tras la feroz batalla…
Y, de vez en cuando, conversa con su tropa, se reúne con Vegacerneja, Riaño, Carande y Horcadas, y juntos calibran la fuerza y destreza del enemigo, esperando con paciencia el momento de volver a alzarse.
Y, de vez en cuando, se escucha decir a Burón: -«Hemos perdido una batalla, pero no hemos perdido la guerra… ¡la venganza se sirve en plato frío!»-…