La vida está llena de esas pequeñas grandes cosas que la hacen interesante; de esas grandes ocasiones que se quedan gravadas en la retina más allá de los años y las experiencias negativas; de despertares en soledad, de noches junto a la persona amada, de ausencias, presencias, idas y venidas, la vida…
En la vida hay momentos para todo, si no fuera así no sería vida, y a veces me pregunto el porqué de tantas sequías, incendios, angustias y preocupaciones, y no sé, pero supongo que es cuestión de equilibrio, de valentía, de fortaleza, de lucha, de garra,… porque todo tiene su cara y su cruz.
En la vida hay temporadas en que las tormentas parecen asolar un lugar y cebarse sobre él, sobre su belleza y juventud eterna, sobre el amor desperdigado en cada mirada sincera, en cada flor sencilla, en cada ilusión que alguien intenta mal interpretar… y caen rayos y truenos, vienen vendavales cargados de furia despiadada y los árboles, inocentes, crepitan bajo el sonido ensordecedor de la ira malintencionada; y sin saber cómo, se hace grande un incendio que arrasa todo a su paso, y el paisaje se esfuma ante el estupor de quienes lo aman, respetan y sueñan.
¡Qué tristeza más grande! Y las lágrimas brotan del alma, e inundan los recuerdos y los pantanos, que de poco sirvieron en su momento, y de menos a la hora de detener la atrocidad cometida contra la inocencia pura y feliz del corazón.
¡Qué pena! ver el monte asolado por las llamas y luego, después del horror, queda el angustioso escenario pintado de negritud y cenizas donde antes hubo fantasías, caricias, palabras calladas en las cortezas, alegrías escondidas en cada cántico alado, salud en casa salto cazando hierba…
Donde antes hubo monte, donde en algún momento hubo arco iris salpicando el mundo de colores, ahora parece quedar un incendio extinto, un mundo maltrecho, profundamente herido, que, sin embargo, también se ha de recuperar.
Porque esa tierra mágica cargada de atardeceres y esperanzas, esa tierra dura y fría, bella y fantástica como el hielo, como la nieve, es más fuerte, más joven, más caritativa y más sabia de lo que muchos creen.
Porque la vida tiene sus propios ciclos y aventuras, porque el aturdimiento, la pena y la preocupación no son eternos, abre bien los ojos, respira profundo y espera, lo mejor está por llegar, lo que es justo ha de llegar, lo que es bello ha de reinar, y lo que ahora es sólo una semilla, el día de mañana, escondida entre las cenizas del desastre, se tornará tan viva, elegante y mágica como aquella flor silvestre que un día, en un lugar cualquiera, encontraste.
¿Dónde? En León… ¿acaso lo dudas?