Déjame mirar el mundo desde aquí, desde este lugar escondido del mundo en el mismo mundo.
Déjame mirar y contemplar la hierba crecer con toda su fuerza, las nubes salpicar el cielo de la primavera y el sol iluminar el paisaje… y así, sentir la suavidad del viento acariciar mis mejillas y volver a sentirme viva, aunque nunca haya dejado de estarlo, viva y renovada, como la misma vida, que está compuesta de momentos, salpicada de colores y sensaciones.
Mirar: mirar contigo a mi vera, sabiendo que siempre estás, que siempre estarás porque siempre has estado, como la noche y sus estrellas, como la luna y su brillo mágico en la oscuridad del infinito…
Sonreír caminando sobre el sonido de nuestros pasos un día cualquiera, escuchar tu voz y la mía enzarzadas en una conversación llena de complicidad y palabras reparadoras, alegres, firmes, sinceras, como las tuyas, como las mías cuando tú y yo estamos en el mismo lugar, en el mismo momento.
Déjame mirar la vida poblar los campos de Cifuentes de Rueda, recorrer sus calles silenciosas esperando ser llenadas de risas y buenos ratos, y escuchar el canto de los pájaros que habitan en tierras bañadas por el Esla.
Mirar y descubrir… que Cifuentes sigue estando ahí, entre Gradefes y Casasola, a los pies de Rueda del Almirante, que tú sigues estando ahí, estando aquí, en mis sonrisas, en mis recuerdos, en mis ilusiones y sueños, porque sin ti, la vida no sería el paseo maravilloso que compartimos a lo largo de los tiempos.