Archive for Ruta Vadiniense

Girasol

Mi mágico León: girasoles en Cifuentes de Rueda. León.
Al calor del amor

A campo abierto, donde las montañas dibujan los límites en el horizonte, a veces sopla en viento y se lleva los malos humos.

A campo abierto, donde los cultivos pueblan la tierra y aparecen el trigo y las pacas, también hay alfalfa y girasoles, llenando de colores brillantes el paisaje, llenándolo de vida y alegría.

Y en la cercanía, en vecindad con las casas de los pueblos, existe un universo que muchos no ven, un universo que perdieron de vista cuando la inocencia de su mirada de niño, de niña, se perdió en la maldad de las mentiras y las envidias.

Las tierras se revelan, y las abejas, que polinizan las primaveras y los veranos, construyen y endulzan los estampados coloridos que dan paso a las peras y las manzanas, a las guindas, cerezas y ciruelas.

Miel, ¡qué rica está! y qué listas son sus cocineras, que desde el cercano Valdealiso se escapan a Cifuentes en busca del rico néctar de los girasoles. Son selectas. Otras se decantan por el brezo, pero algunas, de exquisito paladar, seleccionan bien su cosecha y recolectan allá donde el azul limpio del cielo contrasta con el amarillo de las flores que pueblan la tierra.

Y entre idas y venidas por los caminos, siguen maravillando los girasoles, que ponen su mirada en lo bueno, obviando las habladurías malintencionadas y brillando en todo su esplendor. Porque la verdad solo tiene un camino y digan lo que digan, un girasol siempre será un girasol.

Al calor del amor, siempre lucirá el girasol.

Comments (1) »

Estuve pensando

Mi mágico León: el hermoso río Esla a su paso por Cifuentes de Rueda, en la  provincia de León. León. Turismo rural.

Un cariño que fluye

Hoy estuve pensando en ti…

Estuve pensando, escuchando, recordando y volviendo a pensar. Pensaba y sentía, sentía que el pueblo sigue siendo el pueblo, ¡qué alegría! no importa que pase el tiempo, porque el tiempo no pasa.

Caminando y escuchando, contemplando el rumor verde de los chopos alzarse junto al río, he vuelto a soñar, un poco, sólo un poco, pero sí, lo reconozco, un poco sí soñé. Hoy estuve viviendo la magia convertida en paisaje, y en sensaciones, en cotilleos y secretos a voces, porque ante tanto silencio, ante tanta quietud, no se habla entre susurros, se cuentan las cosas con todas las letras, uniendo los sonidos, formando las palabras, dando vida exterior, a lo que va cambiando con el discurrir de los días, pero que sigue ahí, de una manera o de otra, sigue ahí, en el fondo, escondido en lo secreto, en los recuerdos, en los cariños y las lágrimas que no llegaron a brotar.

Hoy estuve junto al brillante, junto al hermoso, junto al resplandeciente Esla, y pensé en momentos pasados, y descubrí que vivía una nueva realidad, entre comentarios y confesiones, ante la certeza absoluta de que lo que está bien hecho, siempre estará bien hecho. Estuve paseando junto a esa amiga que es familia, o esa familia que es amiga, en realidad, todo es lo mismo, porque, bien dijo alguien alguna vez: «los amigos son la familia que uno elige».

Hoy estuve recorriendo el sendero que lleva al molino, caminando por los recovecos de la memoria, entendiendo la historia de un amor del ayer con la luz del hoy, y descubrí…

Descubrí que hay cosas que no cambian, que lo más importante no se ve, se siente, que las lágrimas de San Lorenzo vuelven a caer cada agosto, antes de Nuestra Señora, como antes, como siempre, como cuando contemplábamos las ilusiones recorriendo el firmamento, como antes, como cuando me querías, Cifuentes, como ahora, como siempre, soñando juntos, el río, las estrellas, tú y yo…

Comments (10) »

Limpio

Mi mágico León: el cielo limpio y maravilloso de Villanófar. León. Turismo.

La armonía más limpia

¡Qué maravilla entrar en un sitio y verlo todo limpio!

Limpio y ordenado, aunque cada cosa con su propio orden, no todo tiene que estar colocado de la A a la Z como marca el diccionario; quizás ordenado como las ideas de un pintor, alborotadas, aparentemente salpicadas de locura, y, a su vez, llenas de la pulcritud y el equilibrio que el lienzo muestra en su estampa final.

Todo limpio, cada cosa en su sitio, de manera que, encontrar algo es tan sencillo como buscarlo donde tiene que estar y… allí está: entero, limpio, perfecto para disfrutarlo.

Qué paz se respira cuando todo está bien, cuando las cosas buenas son tan cotidianas que resultan normales.

Maravilloso…

Maravilloso como el cocido que prepara esa persona a la que tanto admiras, o las fotos que hace ese caballero; maravillosa como la carcajada de esa niña que tanto te hace sonreír con sus juegos inocentes, como las torrijas que te enseñó a hacer abuela…

Las cosas buenas se convierten en algo extremadamente… sólo se me ocurre decir feliz, porque así es como te hacen, y quizá no te das cuenta siempre de la suerte que tienes, porque, aunque a veces no te acuerdes, tienes suerte.

Suerte de poder levantarte cada mañana y disfrutar de las jugadas de la naturaleza, de los trinos de los pájaros, de las nieves cuando el frío arrecia, de los rayos de Lorenzo calentando el medio día…

Suerte de contemplar los arco iris coloreando el cielo de alegría, y las estrellas salpicar el firmamento de sueños,…

Suerte, de encontrar al Patrón de España, en cualquier pequeña ermita, en Compostela, o en Villanófar, junto al Esla, siguiendo la ruta vadiniense que los peregrinos han recorrido desde antaño con destino al templo del Santo Apóstol en tierras gallegas.

Suerte de saberte vivo, de descubrir los senderos de la existencia, y de poder escaparte, de vez en cuando, a un lugar donde la limpieza y el encanto viven en completa armonía uniendo cielo y tierra: León.

Comments (1) »

La silueta

Mi mágico León: castillo de Villapadierna en León. A los pies de la montaña oriental leonesa. León. Turismo rural y cultural.

Entre la nieve y la historia

Caminar por las calles, entre la gente, junto a multitud de cabezas pensantes, cada cual en su mundo, ajena al de los otros…

Gentes de diferentes alturas y tamaños, colores de piel, texturas, de ojos tristes y alegres, de tonos grises y azules, otros intensos y profundos, negros, marrones, verde oliva, como la tierra, como la miel, como la esperanza, como la historia.

Gentes, presentes y futuros diferentes, y quien sabe si un pasado similar, quizá compartido, quizá el mismo…

Desde cualquier ciudad a orillas del Mediterráneo, desde cualquier lugar bañado por el Atlántico, aunque se llame Cantábrico, desde el sitio más alejado de la Tierra, escondido en un presente teñido de razas, acentos, idiomas, colores y realidades diferentes, puede que haya la silueta de un castillo que, en algún momento, marcó su historia, la historia de quienes la vida ha ido diseminando por los más recónditos lugares del planeta…

Un siglo, dos, tres… generación tras generación, remontando el tiempo hasta la Baja Edad Media, encontramos una Europa muy distinta de la que se dibuja en la actualidad, poblada de hambrunas, de pestes, de sombras y algunas luces, de opulencia y abismales diferencias sociales, de palacios, castillos, chozas y cuevas…

Remontando los años contra el reloj, las piedras vuelven a alzarse y dibujar la silueta de un paisaje donde siervos y señores dominaban y eran dominados, donde la vida resultaba áspera, y fría, donde las clases nobles decidían sobre el destino de seres inocentes firmando su condena en forma de matrimonio, por o contra el deseo de los contrayentes, el matrimonio no era una opción, en todo caso, una obligación.

Una vida áspera y fría, difícilmente dulce, suave, tierna, pero, aunque difícil, también tierna, y amable, seguro que en alguna alcoba sencilla, las noches de pasión encendían el calor que la nieve negaba en el exterior, y los besos recorrían cada milímetro de piel, donde los labios se confunden con el amor…

Corría pleno siglo XV cuando Fabrice Enríquez, Almirante de Castilla, recibe Villapadierna de manos del rey Juan II y construye un castillo que pasaría al primer Duque de Alba por matrimonio con la hija del Almirante.

Un castillo gótico, en la hermosa ribera del caudaloso Esla, el Astura de los antiguos astures, de la legendaria Vadinia que el olvido no ha podido sepultar…

Un castillo a los pies de la montaña oriental, con su planta cuadrada, con su torre central y su muralla, adornado por los nidos de cigüeña que, en otros tiempos, no osaban acercarse a sus almenas. Un castillo con su foso lleno de agua, del Esla, ¿de dónde si no? Un auténtico castillo de novela, de leyendas y fantasías,… pero es real.

Y en tiempos lejanos, tras el castillo hubo una herrería: espadas, cuchillos, cascos para los caballos,… donde el hierro teñía su cuerpo de naranja incandescente, y de pronto, el agua terminaba la obra del maestro del metal.

Una brisa suave me despierta de una ensoñación fantástica y me trae de nuevo a esta curiosa realidad, increíble y absolutamente inconcebible para aquellos que moraron tiempos pasados, para aquellos que vivieron en el Castillo de Villapadierna, trabajaron en la herrería, o cultivaron sus campos y pescaron en el caudaloso Esla.

Una brisa suave me despierta y siento cierta melancolía, ¿cómo no? por ver el castillo sin siervos ni señores.

Ya no hay Cruzadas, ni Reconquista, pero hay Camino de Santiago, hay historia y silueta, la de un castillo y una Villa, la hermosa y sencilla Villapadierna, donde, como en aquel entonces, en la sencillez de sus campos se dibuja el perfil, el alma y el cuerpo de un monumento: el Castillo de Villapadierna.

Comments (6) »

La serenidad hecha belleza

Ribera del río Esla en Cifuentes de Rueda, en la comarca de Rueda

El río Esla a su paso por Cifuentes de Rueda

Es poco más de media tarde, las horas del día van pasando suavemente sobre los árboles y las casas, y acarician los minutos, con ternura, ese saber estar pueblerino que hace de la tranquilidad su manera de vivir.

Van pasando los minutos, y la tarde empieza a caer, lentamente, como lo hace todos los días el astro rey cuando, silencioso y delicado, se esconde tras el horizonte regalando sus últimos halos de luz a un mundo al que no se cansa de alumbrar…

Cae la tarde, y en el silencio quebrado por ese viento sigiloso que viene de no sé dónde, siento un frío conocido penetrar cada uno de los poros de mi ser, y se eriza mi piel, sigo caminando y siento… siento que cada soplo de aire es una caricia que procede de un más allá muy cercano, y siento cierta melancolía, una lágrima escapa de mis ojos, sonrío… y sigo paseando, y voy hasta el río…

Y allí está, cambiado desde que su presa inundó el valle de Riaño, allí está el Esla.

Aquel Esla que antaño se desbordaba al llegar el invierno, y ahora, caudaloso y vigoroso, no toma treguas en verano ni se violenta en invierno, ahora, sopesado y sereno, adorna con su frescura, una ribera siempre joven y eterna, riega con sus aguas unos pastos que necesitan su humedad, y sirve de sustento a truchas y sapos, garzas y cigüeñas, alimentando, gratuitamente, un paisaje tan hermoso y sencillo, tan… un paisaje al que tantos están tan acostumbrados que no valoran… pero el Esla no se queja, al Esla le da igual, y continúa, segundo tras segundo, perseverante en su empeño de regalar belleza allá por donde pase…

Los chopos sonríen a su paso, esbeltos y valientes, aguantando un invierno más, una nevada más, y con la llegada de la primavera, reverdecen con espíritu renovado, y nos enseñan, una vez más, que en la vida todo son ciclos, que nada muere o desaparece, que sólo cambia para ser mejor, para ser eterno…

Y vuelve a soplar el viento…

Buenas tardes, Cifuentes.

Buenas tardes, paisanos.

Buenas tardes, viento…

Comments (13) »

El Astura: desde las montañas con frescura

Aguas del río Esla a su paso por Gradefes en León

Río Esla a su paso por Gradefes

Encarnado en las montañas de los Picos de Europa, en un lugar paradisíaco lleno de cumbres eternas, de valles milenarios, de verdes brillantes y blancos luminosos al caer el invierno y sus infinitas nevadas,.. encarnado en los Picos de Europa, está el imponente macizo de Mampodre, y a sus pies el diminuto y encantador Maraña, en cuyas tierras surge la Fuente Maraña de la que brota el caudal del antiguo Astura, uno de los principales afluentes del río Duero.

Aquel Astura del que los antiguos pobladores celtas tomaron su nombre, baja radiante e impetuoso llenando su caudal con unas aguas frescas y fuertes, rápidas y vivas, llenas de energía y riqueza, fecundando una vega sedienta de ese cariño húmedo que sólo el sabor de su cuenca sabe infundir en la tierra.

Baja el Esla, con vigor y reveldía, de aquellas montañas ancestrales que llevan una eternidad viéndole renacer milésima a milésima, segundo a segundo, sin que haya sequía que pueda acabar con él, con ese derecho divino a alimentar a personas, animales y plantas en su paso hacia la meseta.

Alimenta el Esla las truchas que moran en el lecho de su cauce, las plantas que se deslizan a lo largo de su recorrido, los ganados que refrescan su garganta en él y un paraje que no sería el mismo sin la humedad que inunda los prados, las eras, las laderas y los caminos de una ribera serpenteante que jalonan pequeños pueblos llenos de historia y tradición con sus iglesias, sus escuelas, sus casas y calles…

Nace y crece el Astura, crece y se reproduce el Esla, y con él, la vida se renueva una y otra vez, estación tras estación, adornando un paisaje: el de la ribera del río Esla.

Comments (12) »

El pueblo de San Juan

Las montañas que adornan Santibáñez de Rueda por Rubén Mediavilla

Las montañas que adornan Santibáñez de Rueda

Allá por el siglo I de nuestra era, hubo un hombre que tiempo después sería llamado el «Precursor».

Se llamaba Juan, era hijo de Zacarías e Isabel, y… ¿por qué ha sido siempre recordado? Por ser familia de aquel Hombre que cambió el curso de la historia del mundo para siempre…

Juan el Bautista, que así ha sido conocido desde hace siglos, es aquel que bautizó a Jesús de Nazaret en aguas del Jordán, y aquel que fue decapitado por orden de Herodes Antipas en la lejana Jordania. La noticia de su muerte se extendió como la pólvora por los confines del río Jordán, y con el comienzo de la Cristiandad, empezó a ser venerado, bajo diferentes advocaciones, como uno de los santos más grandes de la historia, una de ellas, la que haría honor a su muerte, será la de San Juan Degollado.

Miles de kilómetros de distancia separan Maqueronte, donde murió Juan, de León, pero allí, en un lugar al pie de las montañas, en la ribera del río Esla, hay un sitio, un pueblito, que le dedicó su propio nombre al hijo de Santa Isabel. Sancti Joannis, que así se llamaba el lugar, fue modificando su nombre y añadió un apellido hasta convertirse en el actual Santibáñez de Rueda.

Muchas son las historias que podrían contarse de Santibáñez, si las piedras hablaran… si las piedras hablaran contarían que Alfonso VI de León cedió la Villa a Doña Urraca en el siglo XI, que un siglo después perteneció el pueblo al importante condado de Aguilar, que fue parte del Concejo de Modino, que la Ruta Vadiniense del Camino de Santiago atraviesa sus calles… si las piedras hablaran, contarían muchas historias que aún desconocemos, y posiblemente nos contarían anécdotas relacionadas con sus fuentes y sus molinos, con las fiestas del pueblo, y con el aire fresco que recorre cada uno de sus rincones…

Las fiestas… ¡qué buenas son las fiestas! ¿a quién no le gustan? todavía sé de memoria el orden de las fiestas de los pueblos desde finales de julio, empezando por Gradefes, hasta finales de agosto, con Santibáñez.

¿Qué es lo que más me gusta de Santibáñez? Pues no lo sé… no sé si es el paisaje que lo envuelve con el río, las montañas, los árboles y las eras… o es más bien su gente… Es algo entrañable, ¿alguna vez has visto unos carnavales en agosto? allí puedes encontrar su sencillo y feliz concurso de disfraces lleno de risas y sonrisas y de postre, sardinada y chocolate con bizcochos… ¡qué rico! Luego, corriendo a casa a cenar que por la noche toca fiesta, así que coge la chaqueta y vamos a la era, bueno, o a la plaza, que hay que innovar… innovar… sí, ya no se ve el trío de tamborileros que tiempo atrás celebraba la onomástica con el bombo, el tambor y la dulzaina; ahora es el turno de la discoteca móvil, es algo muy auténtico, una de esas experiencias que hay que vivir para poder disfrutarla.

Es una forma curiosa de recordar a un hombre que murió degollado por defender su fe, pero es que… en Santibáñez es difícil estar triste, y como en el caso de San Juan Bailón y del famoso Tamborilero del villancico, a veces, la mejor ofrenda es bailar y tocar música.

Me han entrado ganas de fiesta, ¿nos vemos en Santibáñez? ¡Vamos! que seguro que ponen alguna rumba.

Comments (10) »

El puente de la historia

Puente de Mercadillo sobre el río Esla, fotografía de Bruno Alonso

Puente de Mercadillo sobre el río Esla

  

Bajando la montaña, recorriendo la ladera del río Esla en su descenso desde las alturas, el agua deja la bella Cistierna tras de sí y se cuela entre los pilares que sustentan la maravilla romana del Puente de Mercadillo.  

Entre Vidanes y Modino, en un lugar rodeado de frescor y naturaleza viva donde las estaciones pintan de colores los tonos que envuelven el caudal del antiguo Astura, se encuentra una de esas pequeñas grandes maravillas que se mantienen en pie a pesar de los siglos.  

Cuántas veces habré pasado sobre él sin siquiera pensar que aquellas piedras tan bien ordenadas llevaban allí tanto tiempo… y es que… en un lugar recorrido por los peregrinos que, en la Edad Media, caminaban por la Ruta Vadiniense del Camino de Santiago con destino a Mansilla de las Mulas, ya había un monumento vivo desde antiguo, un monumento que llevaba ya un milenio viendo pasar gentes y más gentes con uno u otro ropaje, creencias, formas de vida… desde la antigüedad romana, desde que aquel imperio de conquistadores dejara atrás la lejana Península Itálica para adentrarse en nuestra querida Ibérica, el Puente de Mercadillo está ahí, porque fruto de la ingeniería romana, alguien decidió construir un puente que uniera las dos orillas del río, en la calzada que procedía de la astur-romana Lancia…  

Y centenares de años más tarde, junto a él se erguía la antigua hospedería de peregrinos de San Bernabé… Allí, en aquel lugar tranquilo y cercano a cuyo fondo las montañas se relajan adornando el paisaje…  

Siguen pasando los siglos… y por sus piedras siguen pasando las gentes, esta vez, gentes de campo y de ciudad, historiadores en busca de los vestigios que dejaron tras de sí los antiguos pobladores de la remota Vadinia, o curiosos buscando encontrar en sus cercanías las huellas de los romanos en el Hoyón de Yugueros,… los siglos siguen pasando y el puente sigue allí, como si fuera un diamante, bello e irrompible.

Comments (11) »

El músico de las alturas

El escenario de una sinfonía

El escenario de la sinfonía

Cuando pienso en León, ineludiblemente pienso en el pueblo, en Cifuentes de Rueda, mi Cifuentes, en su iglesia y su Puerto, aunque no tiene mar, en la cuesta y en mi Paseo de los Abedules particular, y… pienso en mi gente, aquella gente a la que quiero y que la distancia del cuerpo no ha de separar del alma…

Cifuentes tiene muchas cosas bonitas, qué os voy a decir yo, ¿verdad? pero es que es verdad: tiene en sus calles el recuerdo de mis idas y venidas en bici hasta el caño, mis paseos hasta Allá Abajo, esas puestas de sol que se ven desde el depósito en verano, tiene… tiene la huerta con esas pequeñas hormigas rojas que tan mala leche tienen cuando te pican; tiene, todavía tiene las vacas que hace años sembraban boñicas por todo el pueblo de camino a la cuadra cuando volvían de pacer en el Puerto… y tiene… ¿sabes qué es lo que tiene que no se ve? Música…

Cifuentes tiene música… cada domingo, a eso de las once y media se oye un eco que recorre cada rincón del pueblo… ton… ton… ton… tolón tolón… ton… ton… alegres, solemnes, las campanas tocan a misa, pero disimulan, porque las oyes tocar y parece que sólo se sepan una canción, y no es así, también saben tocar a quema, por ejemplo… ¿no te lo había contado? sí, si alguna vez ocurre algún incendio en el pueblo, las campanas claman a los cuatro vientos pidiendo auxilio, y los vecinos acuden apresurados al rescate contra el fuego…

Podría hablarte de muchas cosas de mi Cifuentes, pero esta vez, te voy a hablar de algo muy concreto y personal: una vez, hace ya mucho tiempo, alguien me dejó que le acompañara, y… ¿dónde fuimos? subimos la estrecha escalera de la espadaña y fuimos… ¡al campanario! sí, al campanario de la iglesia, y yo, desde mi pequeña estatura veía el tamaño inmenso de las campanas… y estaban allí, gordas, pesadas, contentas y ágiles, muy ágiles, parecían jóvenes y ya son viejas, pero si vieras cómo bailaban… y cantaban, también cantaban… con una voz fuerte y brillante, con su tono ancestral y elegante… bamboleadas al son que marca la tradición… dirigidas por la batuta de las manos de su director de orquesta… y todavía cantan… pero a veces, cuando las escuchas con detenimiento, puedes oír, como un leve lamento, la tristeza que yace en el fondo del canto de aquellas damas de metal que añoran las manos de su maestro, de su músico… añoran las caricias y la suavidad firme de unas manos, que ahora, en forma etérea, siguen tocando, como si el tiempo no hubiera pasado, la sinfonía que inunda las calles y las tierras de Cifuentes.

Quiero dedicar este relato a alguien que se fue y sigue estando aquí, a mi tío Alberto, el músico de las alturas.

Comments (16) »