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                                                                      Suave Tranquilidad

Días de calor llenos de madrugones, cuando las calles aún no están puestas, y mientras tanto, otros muchos descansando, bajo la luz relajada de las sombras hechas madrugada. 

Días de bochorno y resplandores, y niños y no tan niños, distraídos camino a la piscina, y un paseo a media mañana, con los cascos en las orejas, y la música moviendo las manos y los pies sin pedirte permiso, ¿será cosa del verano?

Y bajo la sombra de unos árboles que algún día alguien plantó, sonrío sintiendo tantas cosas… y llego a una conclusión: me gusta mi vida. 

Me gusta, me gusta pensar en esos valles y esos paseos junto al río, me gusta ser… ¿original? sí, creo que ese es el adjetivo: original. 

Me gusta… me gusta reír a carcajada limpia, escuchando las bobadas de uno que me sé yo, que es la bomba, y muchos lo saben, cómo no, tanta genialidad no pasa desapercibida; me gusta chinchar a la dama de la mirada limpia y a la muchacha de la inocencia pícara, y… se me escapa la risa de solo pensarlo. 

En julio, estamos en julio, y estoy lejos y a la vez cerca, todo depende de cómo se mire, ¿verdad? ¿Lejos? Define lejos: si es tangible, si lo puedes imaginar, si se te ocurre y se dibuja una sonrisa de medio lado cuando lo piensas… entonces…. entonces es que tan lejos no está, será cuestión de ponerse en modo vacaciones y ¡disfrutar!

A veces miro al cielo y descubro que me he vuelto a enamorar, porque es tan bella… con ese color tan puro, tan limpio, tan… ¡brillante!

La miro y siempre le sonrío, y le pido algún deseo, a veces más de uno, ¿y sabes qué? Siempre me sonríe de vuelta, y sé que me ha escuchado. 

A veces miro esa luna tan preciosa, y recuerdo que en mi mágico paraíso, hay un valle que lleva su nombre, y allí, escondido a plena luz, está Abelgas, y sus paseos pintados de verde. 

 

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De sol y de nieve

Al norte de la provincia de León, en la comarca de Babia, está el pantano de Luna, y junto a él, el pueblo de Abelgas de Luna. En León.

En la luna terrestre

La luna… ¡qué magica es la luna! con ese poder hipnótico que te hace contemplarla y sentir ese algo místico y misterioso, la luna…

Una luna que a veces se ve de día, aunque suele ser la reina de las noches ceslestiales, y, a veces, la luna, se escurre en la distancia que la separa de la Tierra y se cuela en alguna región, dando apellido a muchos.

En un valle, aislada en un mundo rodeado de montañas, está la vida de un pueblo con apellido lunar, aunque tenga más de sol y de nieve, y se diferencie de sus vecinos con su propia historia particular.

Una carretera de asfalto maltrecho rodeando un mar que la naturaleza no inventó,  un desvío, y en él, la señal certera de que al final de su senda hay alguien esperando.

En un valle rodeado de montañas y nieve cuando el verano se aleja, está aquel pueblo con río propio, el mismo río que le bautizó, dándole un nombre, el suyo: Abelgas.

En un valle del norte de León, donde estar en la Luna a un paso de Babia, teniendo los pies sobre la tierra es muy fácil, está Abelgas, y en él, olvidarse de la ciudad, de las prisas y las obligaciones, se convierte casi en obligación, admirando el tamaño hermoso de unas montañas que lo han protegido del abuso y la desidia de quienes deciden inundar valles llenos de historia, vida y amor.

Cuando de descubrir tranquilidad y belleza se trata, viajar por los rincones de la geografía se convierte en todo un placer.

Cuando de soñar con los ojos abiertos se trata, sumergirse en las profundidades de una provincia llena de magia y tradición, es toda una aventura.

Y cuando de entender mucha de la historia española se trata, encontrar el lugar del que partieron hombres hacia América y Filipinas, extendiendo el nombre del pueblo más allá de las fronteras peninsulares, es todo un acontecimiento.

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